El horror de la guerra no deja de sorprendernos. Han pasado meses desde el inicio de la invasión rusa a Ucrania y, tras las imágenes de cadáveres en Bucha, no podemos dejar de preguntarnos qué pasa por la mente de Vladimir Putin para emprender y mantener semejante acción bélica. “Algún poderoso, tristemente encerrado en las anacrónicas pretensiones de intereses nacionalistas, provoca y fomenta conflictos”1, dijo el papa Francisco en alusión al presidente ruso, sin llegar a nombrarlo.
Más allá del sufrimiento que causa tanto a su pueblo como al país que intenta someter, está sembrando el odio y la discordia entre pueblos hermanos. Putin pasó de ser un líder relativamente respetado a una suerte de paria internacional. Hoy, despreciado, tendría solo un aliado: China.
Más vale rodearse de gente con actitud crítica que condescendiente
Para intentar comprender esta compleja situación, vamos a 1918, cuando Albert Einstein publicó “La gravitación y el principio de la relatividad”, la que generalizaba otro de sus célebres papers de 1905. El físico, que ya era reconocido en el mundo, fue inmediatamente aplaudido por la comunidad científica y, en la misma investigación, ideó tres futuros experimentos cuyo eventual fracaso lo habría obligado a abandonar su teoría. Hacer algo así lo mostró más que seguro, pues él mismo se desafió2 y le resultó.
Este impacto científico es acompañado de otro hito, pero en el campo filosófico: la idea de que toda aseveración debe estar abierta a la refutación cuando aparezca la evidencia correspondiente. Esa riqueza del debate cobra especial vigencia hoy: ¿Podemos estar seguros de lo que decimos? No, pues necesariamente debemos escuchar a quienes se nos oponen. Es la versión moderna de la célebre frase de Sócrates “Solo sé que nada sé”. La actitud era muy diferente a la de los científicos de la época. Por ejemplo, Sigmund Freud reaccionaba muy mal frente a la crítica, y cualquiera que se le oponía era desterrado de su comunidad, como sucedió con Carl Jung. ¿Qué tienen en común Freud con los tiranos? No les gusta que los contradigan y no quieren escuchar evidencia que los muestre equivocados. Por eso se rodean de “yes men”. Quizás eso le sucedió también a Putin.
Lo mismo puede pasar, guardando las proporciones, con las empresas o cualquier organización. Hay liderazgos más y menos abiertos a la crítica. Cuando son débiles, perciben la crítica como un ataque y la aceptación de un error, como un signo de debilidad. Consecuentemente, no escuchan y los supervisados no hablan.
En resumen, más vale rodearse de gente con actitud crítica que condescendiente. Esto último no es fácil y fomentar el encuentro requiere —como dice el Papa— apertura, valentía y disponibilidad “para dejarse interpelar por el rostro y la historia del otro”4.
Notas
- Véase https://www.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2022/april/documents/20220402-malta-autorita.html.
- El experimento 1 consistía en fotografiar Mercurio simultáneamente desde la isla del Príncipe (África occidental) y desde Sobral (Brasil) durante el eclipse solar del 29 de mayo de 1919 (un año después de publicado el paper). Mercurio aparecería a un lado del sol en una fotografía y al otro lado en la otra.
- Véase https://press.vatican.va/content/salastampa/it/bollettino/pubblico/2021/10/10/0652/01385.html#spa[/efn_note]. En esta idea estaría el gran valor del próximo sínodo convocado por la Iglesia católica, como un necesario proceso de sanación: “El Espíritu nos pide que nos pongamos a la escucha de las preguntas, de los afanes, de las esperanzas de cada Iglesia, de cada pueblo y nación. Y también a la escucha del mundo, de los desafíos y los cambios que nos pone delante. No insonoricemos el corazón, no nos blindemos dentro de nuestras certezas. Las certezas tantas veces nos cierran”3Ibídem.