En la fachada norte del campus Lo Contador de la UC —la casona construida en 1780, famosa por su estilo colonial— está la capilla. Ahí no hay clases, correcciones ni mesas para trabajar en los proyectos de taller. Por el contrario, es un pequeño oasis ubicado en medio de todo el ruido y la energía emanada del patio de madera, el corazón del recinto.
Es un lugar que acoge en medio del ajetreo a funcionarios, alumnos o docentes que buscan un momento de paz. Al abrir la puerta, hay una pared de perfiles verticales de madera que solo te permite ver en ángulos. Esta conduce hacia la parte posterior de la capilla, como un recorrido místico personal hasta entrar de lleno a la nave con vista al tabernáculo y el altar.
Al costado hay un espacio reservado especialmente para la Virgen, una luz tenue ilumina su rostro desde arriba y deja ver sus colores. Su presencia le da el toque femenino y maternal a quien necesita sentirse acogido. En este lugar de recogimiento, si bien podemos escuchar el ruido y las conversaciones del exterior, también encontramos el abrazo de María que nos invita a seguir adelante con nuestras ideas y proyectos.
En la capilla, no es necesario buscar un lugar callado para hacer silencio, basta con cerrar los ojos y dejarse abrazar.