La felicidad o plenitud es una imagen fundamental para la ética, particularmente aquella que se arraiga en la tradición clásica. Ha adquirido un interés renovado en la filosofía moral contemporánea gracias a los desarrollos en ética de la virtud. Sin embargo, no sólo la virtud como noción central de la tradición clásica ha sido rescatada en la filosofía más reciente, sino también la noción de “ley natural”, la cual, a primera vista, pareciera no tener que ver con la felicidad, puesto que “ley” se percibe como una imposición externa, mientras que la felicidad parece ser algo interno al sujeto. En adelante se espera mostrar que la ley natural está estrechamente ligada con la felicidad o plenitud humana. Esto, a partir del fundamento o base de aquella ley: los bienes humanos básicos. 1
Existen registros de la idea de una ley natural desde Aristóteles, quien distinguía entre lo justo por naturaleza y lo justo por convención 2 . La menciona San Pablo, al afirmar que los paganos poseen la ley “inscrita en sus corazones”3, y la forma fundamental de la doctrina de la ley natural fue expresada de manera notable por santo Tomás, quien, en la Suma teológica, habla de ella como del principio exterior del acto humano (el principio interior sería la virtud), y en su Tratado de la ley 4, la precisa como “la participación de la ley eterna en la criatura racional”5, refiriéndose, esencialmente, al orden divino del universo y a la recta y libre ordenación del hombre hacia su fin último.
La plenitud humana
Ha pasado un largo tiempo entre las formulaciones anteriores, las modernas (en particular la noción de “derechos naturales” que no se condice con la formulación tomista), hasta nuestros días. Algunos autores tomaron esta tradición, tremendamente ignorada durante gran parte de la filosofía del siglo XX, para volver a estudiarla y construir, con estos cimientos, una teoría ética que se posicionara frente a los grandes modelos centrados en las consecuencias o en el deber, planteando una ética de “bienes humanos”. Los bienes humanos son aspectos esenciales de la plenitud humana y constituyen maneras de florecimiento que pueden tomar diversas formas. Estos autores distinguen como bienes humanos a la vida, la amistad, el conocimiento, la experiencia de la belleza, la familia o el matrimonio, la excelencia en el juego y/o el trabajo, etcétera. La teoría plantea que, en último término y detrás de toda decisión o proyecto que asumen las personas, hay uno o varios de estos bienes humanos fundando la decisión y esperando —aunque sea inconscientemente— realizarse en alguno de ellos. En este sentido, estos bienes humanos son considerados “básicos”. La familia, por ejemplo, la familia sería un bien humano básico. La inclinación natural que tenemos hacia ella evidenciaría que constituye una forma de realización humana.
La teoría de los bienes humanos es pluralista, debido a la identificación de varias formas de realizarnos como personas: en la familia únicamente, en la familia junto con el trabajo o creando conocimiento y formando amistades verdaderas. Hay muchas combinaciones posibles de una vida buena para esta teoría.
El valor de la vida humana
«La convicción de que vivir cristianamente es una propuesta de plenitud, hizo sentido en el contexto de la filosofía moral eudaimonista (justificación de todo aquello que sirve para alcanzar la felicidad). De este modo, se pudo entender la unidad que existe entre la filosofía y la fe como propuesta práctica de vida plena, fundada en el seguimiento concreto de Jesucristo».
Como (casi) todo en filosofía, las cosas comienzan con una intuición no muy desarrollada hasta que se va constituyendo una creencia de forma coherente e inteligible. En esta investigación, el interés por estudiar la ley natural en sus manifestaciones contemporáneas surge desde una preocupación fundamental por la vida humana y su valor inconmensurable. El objetivo fue buscar razones para fundamentar esa convicción.
Luego, el estudio de la filosofía moral fue mostrando que existía un conjunto de enfoques que fundamentaba la ética en la noción de felicidad y que esta debía ser el norte de nuestra reflexión, puesto que el deseo más profundo del alma humana es alcanzarla. Ello ya fue observado por Aristóteles y Tomás de Aquino.
Finalmente, la convicción de que vivir cristianamente es una propuesta de plenitud, hizo sentido en el contexto de la filosofía moral eudaimonista (justificación de todo aquello que sirve para alcanzar la felicidad). De este modo, se pudo entender la unidad que existe entre la filosofía y la fe como propuesta práctica de vida plena, fundada en el seguimiento concreto de Jesucristo.
Temas que puede tratar la ética eudaimonista
Normalmente, a través de la etiqueta “ley natural”, se ha asociado la ética eudaimonista con la defensa de la vida humana no nacida aún, el valor de la verdad frente a ideologías totalizantes, la defensa de la dignidad del trabajador y de la familia. Sin embargo, se descubrió que hay incluso más temas que esta teoría podría abordar. Por ejemplo, en relación con el mensaje del papa Francisco en su encíclica Laudato si’, se puede plantear desde la ética de bienes una defensa del valor moral de los ecosistemas. Timothy Chappell ha argumentado a favor de considerar a los ecosistemas como bienes básicos6 , o también sería posible entender a ciertas especies de animales siendo capaces de poseer formas de bienes parecidos, pero no iguales, a los de las personas; lo que nos llevaría a una teoría ética que, reconociendo la dignidad humana, no trata a los animales como meras cosas, sino como objetos dignos de aprecio y consideración, en línea con la exigencia evangélica de cuidar de la creación7. Esta sería una alternativa frente a las teorías utilitaristas que han sido la base de los movimientos animalistas. También podría ir en línea con una ecología urbana que reflexione sobre el modo de estructurar las ciudades, más acorde con la naturaleza humana y con las exigencias de plenitud propias de ella8.
En fin, las diversas problemáticas que están surgiendo y captando el interés de la ciudadanía podrían ser abordadas por esta teoría, sin transar un ápice en una concepción robusta de la dignidad humana y de su valor intrínseco.
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El Premio Cardenal Newman se entrega a aquellos autores/as de Tesis Doctorales de la UC que postulan a través del concurso convocado por la Dirección de Pastoral y Cultura Cristiana en conjunto con la Escuela de Graduados de la Vicerrectoria de Investigación UC. Pueden participar todos los estudiantes de los programas de doctorado de la UC, que estén por iniciar sus tesis de doctorado, o bien con una permanencia máxima en el programa de hasta 6 semestres. Más información en sel sitio web de Pastoral UC
Notas
- Artículo basado en la Tesis doctoral del autor, quien ganó el premio Cardenal Newman (2018) mención Artes y Humanidades. Reconocimiento entregado por la Pastoral UC y la VRI a los alumnos de los distintos programas doctorales que ponen en diálogo su disciplina y estudios relacionados con la fe, mediante la realización de tesis que aporten de modo significativo a la misión de evangelizar la cultura.
- Aristóteles, Ética a Nicómaco, V, 1134b-1135ª.
- Rm. 2, 14.
- S.T. I-II, q. 90 a 97
- S.T. I-II, q 9.1, a. 2, c.
- cf. Chappel, T., Understanding Human Goods, 1998.
- cf. Compendio de Doctrina Social de la Iglesia 466.
- cf. Laudato si’ 44, pp. 149-155.