Reportaje basado en la investigación de:

Pablo De Tezanos-Pinto

Profesor de la Facultad de Ciencias Sociales UC

pdeteza@uc.cl

 

Revista

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Cambio en la Identidad Religiosa: La Experiencia de Universitarios Chilenos

En algunos jóvenes, el nuevo ambiente y las experiencias que comienzan a vivir en su etapa universitaria potencian un cambio en su identificación con el catolicismo. hay quienes dejan de creer en dios, otros mantienen sus creencias pero dejan de llamarse católicos, mientras que a algunos estos cuestionamientos los lleva a reafirmar y profundizar su fe. 

Empecé a cuestionarme todo y me dije: “No puedo tener una patita dentro y otra afuera”. La religión es tan importante que si alguien dice pertenecer a una, debería creer y estar de acuerdo con todas las cosas que en ella se dicen. Entonces, me di cuenta de que no puedo ser parte de una religión que plantea ciertos puntos que no me identifican. Ahí fue cuando dije ¡no!».

Así describió, una joven universitaria, el momento en que decidió dejar de llamarse «católica». Como ella, un grupo importante de personas experimenta cambios en su identidad religiosa a lo largo de su vida y, particularmente, durante su juventud. ¿Cómo viven los jóvenes el proceso de pasar de una religión a otra? Con esta pregunta en mente, un equipo de psicólogos de la Universidad Católica entrevistó a 43 estudiantes, en conversaciones de una hora, cuyas conclusiones son parte de la investigación «Cambio en la identidad religiosa. Una comprensión desde la experiencia personal de jóvenes chilenos». La muestra contempló a jóvenes que declararon dejar de pertenecer a una religión, algunos que mantuvieron su adscripción al catolicismo y otros que se convirtieron tras múltiples cambios en su adolescencia y juventud.

El principal resultado que arrojó el estudio indica que el pasar de una determinada identidad religiosa a otra está lejos de ser una etapa que le es indiferente a los jóvenes. «Los entrevistados mostraron una notoria intensidad de emociones relacionadas con su proceso de cambio. El desencanto, tanto con la institucionalidad como con las personas católicas, y la sensación de desajuste entre su identidad católica y los valores y creencias que se van asentando hacia el final de su adolescencia, produce en ellos un periodo de crisis», explica Pablo De Tezanos-Pinto, profesor de la Escuela de Psicología de la UC, a cargo de la investigación.

Esta etapa de cambio también tiene su explicación desde la Filosofía. Razón por la que el profesor Manuel Correia, doctor en Filosofía y jefe del programa de Doctorado en Filosofía de la UC, entrega su opinión: «El hombre es un ser que no está completo sin la consideración de un ser infinito, como sea que se lo conciba. Hay una tendencia natural y espontánea en todo ser humano hacia lo trascendente. Un fenómeno antropológico que ha estado presente en todas las culturas y en todos los tiempos. Este tiempo no es una excepción». Es durante esa búsqueda cuando surge la pregunta sobre qué religión puede responder mejor a la necesidad de lo trascendente, explica Correia: «Y ahí viene algo más que la creencia, que es la fe. Si pensamos que el cambio de identidad religiosa que los alumnos experimentan es una simple modificación de su estado de creencia, no estamos hablando de lo mismo. La fe no es una mera creencia, la fe fundamenta mi creencia religiosa». De esta forma, para Correia, hay quienes van a cuestionar su creencia en algunas etapas de sus vidas, pero no dejarán de tener fe.

Los años universitarios son fundamentales para la formación de una identidad definitiva. La relación con nuevas personas y conocimientos influye en sus futuras posturas políticas, sociales y religiosas

Lo que la investigación de Pablo De Tezanos-Pinto aborda es el cambio que experimentan los jóvenes al rechazar una determinada identidad y comenzar a forjar una nueva, algo que incluye pero también va más allá de las creencias particulares; involucra sus relaciones sociales más importantes, su espiritualidad y su forma de ver el mundo. Este proceso, señala el psicólogo, «es percibido por los jóvenes entrevistados como una etapa en sus vidas, que puede tomar meses o incluso años. Un cambio paulatino».

 

Cuestionamientos a la Iglesia

Según el estudio «Cambio en la identidad religiosa», este periodo de transición o de búsqueda está marcado por una serie de cuestionamientos respecto a las creencias asociadas al catolicismo, como la legitimidad de la autoridad de los sacerdotes, la moralidad de algunas posturas de la Iglesia, la necesidad de participar en los ritos y la existencia de un ser superior.

Las entrevistas revelaron, entre otras disconformidades, la dificultad que tienen los jóvenes para estar de acuerdo con la postura de la Iglesia en el tema de las relaciones prematrimoniales. «Mis problemas van por tener pololo y las relaciones sexuales […] Si tengo intimidad, estoy en pecado y no puedo comulgar, entonces es difícil ser coherente. Eso ha sido, desde un inicio, lo que me ha alejado de la Iglesia», señaló una de las jóvenes encuestadas. «Es interesante que los desacuerdos en términos valóricos con la Iglesia también se encuentran enmarcados en la vida personal de los participantes. No son únicamente discusiones y argumentos abstractos sobre la moralidad de ciertas conductas», indica De Tezanos-Pinto.

Ante esta situación Manuel Correia sostiene que hay casos en que los jóvenes prefieren tomar una postura religiosa que se acomode a sus pretensiones: «Cuando la religión se establece en el ámbito de la costumbre, la persona no busca las bases que fundamentan el ser religioso, y queda sujeta a experimentar modificaciones en sus creencias; no es lo mismo debatir sobre religión que necesitar a Dios en un momento crítico de nuestra existencia; en el primer caso converso con otros hombres y la persona puede sentirse convencida, amparada, por los discursos de otros; en el segundo caso, está la persona y lo Absoluto». Por su parte, Pablo De Tezanos- Pinto comenta que «lo más fácil para los jóvenes entrevistados parece ser mantener la religión en la cual fueron formados; y quienes experimentan cambios parecen ser justamente quienes sí están buscando las bases que fundamentan el ser religioso. Esta búsqueda también es evidente en algunos de los católicos entrevistados, pero no en la mayoría».

«La fe está sujeta a un constante y continuo razonamiento, las preguntas sirven para ir renovando la fe. La fe sin cuestionamiento racional no es fe. Hay una frase, un misterio de la historia de Occidente: Es la propia fe la que exige al intelecto que se la cuestione. La fe no quiere alejarse del entendimiento, ya que lo necesita para que se profundice en la verdad, y esa es la fe que buscamos: fe viva», señala Manuel Correia.

Los desacuerdos de los jóvenes con la Iglesia Católica también se ven amplificados por una visión negativa de la institución y de sus representantes. Los principales temas mencionados en las entrevistas fueron el doble discurso e hipocresía de algunos laicos, el anacronismo y poca flexibilidad de ciertos sacerdotes y monjas, y la posesión de riquezas materiales de la Iglesia, lo que arrojó declaraciones como: «No puedo creer que el Vaticano sea tan millonario y, a la vez, pidan que seamos solidarios con el hermano que se está muriendo de hambre […] Para mí eso es una inconsecuencia aberrante».

Aunque no fue preguntado de forma explícita, el tema de la pedofilia fue mencionado por todos los encuestados, católicos y no católicos. «Si bien los jóvenes perciben en general que estos son casos aislados, también critican la poca transparencia que, consideran, ha tenido la Iglesia. Los participantes católicos muchas veces relatan que esto ha subrayado que la Iglesia está compuesta por personas que no son infalibles», explica De Tezanos-Pinto.

El factor universidad

Los años universitarios son una etapa fundamental para la formación de una identidad definitiva y satisfactoria en términos políticos, sociales y religiosos. Según la investigación, los jóvenes que dejaron de ser católicos sienten una fuerte necesidad de ser absolutamente consecuentes con su autodefinición, y esta necesidad impulsa la transición de una identidad a otra.

«Si bien el conflicto interno en términos personales tiene una resolución cuando los participantes admiten dejar de ser católicos, otros desafíos están recién comenzando. Para De Tezanos-Pinto, luego de abandonar la religión, los jóvenes emprenden una búsqueda de formas de enfrentar la vida alternativas al catolicismo»

«El año pasado me empezaron a hacer leer a muchos autores que me hicieron cuestionar todo lo que creía. Ese primer semestre de universidad para mí fue horrendo, en el sentido de que me sentía sola», dijo una de las alumnas.

El llegar a ser estudiante universitario—con el consecuente nivel de ilustración que ello implica— marca en algunos una tendencia a distanciarse de creencias que, desde una perspectiva científica o racional, pueden ser consideradas poco plausibles[1]. «Experimentan una apertura al mundo cuando entran a la universidad. Conocer a alumnos de otras religiones o en una posición ateísta o agnóstica, hace cuestionarse la religión que se ha llevado, y si se ha tenido una creencia basada en la costumbres, es más propenso a los cambios», asegura Correia. Por su parte, el estudio reveló que la mayoría de los entrevistados que no cambia de religión tiene muchos menos cuestionamientos, y entrar en contacto con un protestante, musulmán o ateo no influyó en el dejar de ser católico. «Curiosamente, conocer personas más católicas —a veces consideradas como fanáticas— y conversar con otras en situaciones parecidas a las que están viviendo — católicos que no están completamente de acuerdo con la Iglesia, por ejemplo— parece ser mucho más importante», señaló De Tezanos-Pinto. Conclusión a la que también llegó el análisis realizado con los datos del proyecto DIPUC Jóvenes, cultura y religión. «Tener más amigos ateos no se relaciona con dejar de ser católico; tener menos amigos católicos, sí. En las entrevistas, hay solo un par de casos en que el contacto con personas protestantes influyó, y ninguno que haga referencia a contacto con musulmanes», agregó el psicólogo.

La diversidad en las identidades religiosas de los estudiantes de la UC (ver figura pág. 8) ofrece «una oportunidad para la experiencia de catolicidad en la Universidad, por cuanto ella ofrece la posibilidad de un diálogo auténticamente plural en la común consagración a la verdad»[2].

Según la investigación de Pablo De Tezanos-Pinto, al comenzar la universidad, los jóvenes se ven expuestos a personas con diversas creencias y a discusiones más críticas respecto al catolicismo, lo que impulsa el proceso de cambio de religión. «Pero esto no refleja necesariamente la exposición a un ambiente más secularizado, sino también a creencias espirituales alternativas. Este nuevo ambiente social está acompañado de un flujo de información al cual los estudiantes no estaban acostumbrados», indica De Tezanos-Pinto. Lo anterior se traduce en la existencia de opciones religiosas diferentes al catolicismo, y un mayor conocimiento de la doctrina católica. «Lo que hace que los jóvenes noten desacuerdos que hasta el momento no sabían que tenían», agrega.

Sin embargo, el cuestionamiento intelectual al que se ven expuestos no necesariamente se asocia a un cambio de identidad religiosa. Varios de los participantes que indicaron haber mantenido sus creencias reportan también un mayor refinamiento a partir de la lectura de diversos autores.

«La fe está sujeta a un constante y continuo razonamiento, las preguntas sirven para ir renovando la fe. La fe sin cuestionamiento racional no es fe. Hay una frase, un misterio de la historia de Occidente: Es la propia fe la que exige al intelecto que se la cuestione. La fe no quiere alejarse del entendimiento, ya que lo necesita para que se profundice en la verdad, y esa es la fe que buscamos: fe viva», señala Manuel Correia. Por lo tanto, el profesor de Filosofía sostiene que los primeros años de universidad son tiempos «donde la persona se quiere definir a sí misma. No es que quiera definir a Dios o el objeto de su fe, o que quiera cuestionar las costumbres o su religión. Lo que ocurre es que la persona tiene la necesidad de aclararse quién es ella misma».

Según la investigación Jóvenes, cultura y religión, desarrollada por las facultades de Psicología y Teología el año 2008, «el sentido que los creyentes atribuyen a la fe pareciera estar asociado al desafío que implica enfrentar y superar las diversas contingencias a la que está expuesta nuestra existencia: la incertidumbre, la búsqueda de sentido, la muerte. En opinión de los estudiantes agnósticos y ateos, sin embargo, esta contingencia no es solo de carácter existencial, sino que, principalmente, de carácter cognitivo: la fe ayuda a los creyentes a explicar lo que es inexplicable». El mismo informe agrega que la vida universitaria dará a unos y otros oportunidad para complejizar sus comprensiones de la fe religiosa.

Manuel Correia recurre a una frase de Francis Bacon: Un conocimiento superficial de la filosofía nos lleva al ateísmo, pero un conocimiento profundo de la Filosofía nos lleva a Dios. «Si yo quiero profundizar en el por qué de las costumbres, en el saber humano, en mi propia realidad, etc., ahí Dios se presenta más claramente que para alguien que tiene una creencia religiosa impuesta o estática. La fe tiene que ser móvil y dinámica, y quien la dinamiza es el intelecto, que va profundizando la fe. Para el hombre siempre va a existir lo inexplicable y por eso es que el fideísmo y el ateísmo son posturas insuficientes», explica.

Una nueva búsqueda

Si bien el conflicto interno en términos personales tiene una resolución cuando los participantes admiten dejar de ser católicos, otros desafíos están recién comenzando. Para De Tezanos-Pinto, luego de abandonar la religión, los jóvenes emprenden una búsqueda de formas de enfrentar la vida alternativas al catolicismo. «Al principio era súper angustiante porque yo no entendía cómo se podía creer o no creer. Pero después con el tiempo me fui dando cuenta de que no es necesario tener un Dios para poder enfrentar la vida tranquilamente», dijo uno de los participantes.

Los jóvenes también reportaron en las entrevistas un distanciamiento con amistades consideradas importantes, lo que provoca en ellos un sentimiento de soledad en esta etapa: «Estaba mi mejor amiga y gente que yo quiero mucho. Todavía los sigo viendo y mantenemos una relación, pero obviamente no es igual, porque ya no compartimos algo como que nos trasciende, por decirlo así».

«En algunos participantes, estas dificultades se solucionaron con el tiempo. Luego del cambio de creencia, se observa una mayor apertura hacia personas y perspectivas diversas. Algunos siguen participando en actividades de acción social, sin relacionarlas ahora con el catolicismo», explica Pablo De Tezanos- Pinto. Y agrega: «Algunos de los jóvenes que dejaron de ser católicos —tanto creyentes como no creyentes— logran también estructurar una vida espiritual basada en la naturaleza, la meditación o, simplemente, un sentido vital que sienten como un llamado personal. Otros todavía no. Pero son jóvenes y tengo la impresión de que eventualmente van a seguir el mismo camino».

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