Miryam Singer

Profesora del Instituto de Música de la Pontificia Universidad Católica de Chile

mn2@ing.puc.cl

 

Cecilia Bralic

Profesora de la Escuela de Teatro de la Pontificia Universidad Católica de Chile

cbralic@uc.cl

Revista

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El Anuncio de la Cultura: La Vocación del Arte Universitario

Todos los profesionales, sea cual sea su disciplina, tienen una responsabilidad sobre su trabajo. Pero el artista, llamado a observar la realidad, ¿de qué se hace responsable? ¿Tiene alguna obligación con el público? En esta conversación, dos profesoras de la UC analizan el rol y necesidad del arte en la Universidad. 

 

Pensando en lo que podría significar hacer arte desde la universidad, ¿cuál es la responsabilidad de esta en la formación de artistas?

Miryam Singer (MS): El arte existe, obviamente, desde mucho antes de que se conforme la universidad; el arte se conecta con una sección muy básica y primordial del ser humano. El arte como lenguaje, como medio de expresión de sentimientos y como una manera de referirse a la realidad, lo encontramos desde mucho antes de que los intelectuales tuvieran un pensamiento más estructurado, conceptualmente hablando. De tal manera que el arte no es la creación de una sociedad sofisticada, sino de la etapa anterior, y por ello creo que la universidad necesita a los artistas y al arte. La universidad ha recogido esa necesidad de la especie humana e introdujo las disciplinas artísticas a sus aulas dándole una estatura similar a las disciplinas de las ciencias y la tecnología.

Cecilia bralic (CB): Es interesante. Yo siempre le pregunto a los alumnos cuando llegan por qué vienen a la universidad, teniendo en cuenta que hay otras academias e institutos, y porque en términos del oficio creo que no es indispensable ir a la universidad. Y ante esta pregunta, la Facultad y los artistas se ponen a la defensiva, ya que apunta al problema de la legitimación académica del arte. Pienso que hay una necesidad de ensamblaje, de receptividad de parte de los artistas sobre lo que implica la tarea universitaria para el aprendizaje artístico: qué tareas, qué problemáticas tenemos que enfrentar por estar en la Universidad. En ese sentido, me llama la atención, como dice Miryam, que la universidad proceda a abrigar a las artes: ello sugiere que ellas tienen la capacidad de entrar en un nivel  de la experiencia que la ciencia no es capaz, un conocimiento no científico, pero que es muy importante hoy día. Y esto desde cosas básicas como, por ejemplo, los malabaristas en la calle, y uno ve las caras de los niños, detenidos allí, asombrados. El arte nos devuelve la experiencia del asombro.

Al escucharlas pareciera ser que la universidad necesita a los artistas, más que los artistas a la universidad. Y la pregunta es, ¿de qué manera el artista formado académicamente es distinto a otro?

MS: Hay que recordar que el arte también es un oficio, y en ese sentido tiene mucho de técnica. Para tocar un violín tienes que estudiar por lo menos ocho años; antes que eso no puedes dominar un instrumento, y la correcta transmisión de ese conocimiento es uno de los grandes aportes de la universidad, a eso le llamamos técnica. Pero el principal aporte de la universidad a los artistas en formación, es la capacidad de reflexionar sobre el arte, de desarrollar un pensamiento crítico. El artista en la universidad tiene la obligación de trascender e ir más allá, debido a las exigencias propias de un ejercicio universitario. El artista debe ser capaz de conceptualizar su quehacer y eso es lo que la universidad le provee: la posibilidad de posicionarse en un contexto social académico.

CB: Uno podría decir que las artes modernas coinciden con el inicio de una reflexividad del arte sobre sí mismo. Pero cuando el arte llega a la universidad, como dice Miryam, debe asumir la pregunta por el significado de esa reflexividad para el orden del conocimiento. Pero no sé hasta qué punto los artistas son conscientes de que las artes son reflexivas. Justamente por esto creo que está pendiente la aplicación de las artes a la observación ya no solo de los procesos artísticos, también de los sociales. Es que en nuestra cultura el arte no se ha diferenciado de la vida cotidiana: se ha desarrollado académicamente, saltándose esta tarea. Entonces surge la pregunta sobre cómo las artes pueden hacerse cargo, y reflexionar, de todo lo que alcanzan a observar: la vida misma. Pienso que las artes todavía no descubren todo aquello de lo que son capaces.

<<Los artistas no convivimos en el cotidiano con la obligación de rendir cuentas, lo que para otras disciplinas es un deber moral. No preguntarse sólo por lo que he hecho como artista por el arte, sino por lo que he hecho como artista por el prójimo>>.

Miryam Singer

Pensando en el arte contemporáneo, tal vez uno tiende a pensar, y quizá estoy equivocado, en que las artes de las universidades están alejadas de la calle. ¿Será que el arte universitario está más distante de lo que la gente necesita?

MS: Esta es una discusión que tiene más de cien años. Creo que es efectivo que hay una separación: el arte  contemporáneo está cada vez más alejado del hombre de la calle. Pero diría yo que no tiene alternativa, y la razón de ello es que el arte hoy es ubicuo. Detrás de cada cosa que vemos en la calle hay un diseñador, un artista gráfico, musical o teatral. El pensamiento estético es tan ubicuo que las personas que se consideran artistas tuvieron que dar un paso hacia adelante y seguir investigando nuevas maneras de hacer arte. Eso redunda en que mucho de la obra de arte ya no tiene conexión con el sujeto que habita el arte ubicuo, y para el cual es muy difícil conectarse con ese paso adelante que dio el arte hace más de cien años. Y en cuanto al hecho de que el arte se haya separado del hombre común, la responsabilidad le cabe a la universidad, en un sentido tanto positivo como negativo.

Según las académicas las expresiones artísticas nos devuelven la experiencia del asombro. Foto de la obra Ricardo III, en la UC.

CB: De hecho, la gente hoy empieza a prescindir del arte, sencillamente, porque no lo entiende o porque le hace gastar plata en algo que no entiende ni valora. Y mi pregunta es cuál es la responsabilidad del arte con este conocimiento anterior, no con el conocimiento artístico, sino que con los procesos sociales creativos de la vida cotidiana. El paso del oficio a la reflexividad no tiene porqué ser solo una autorreflexividad, sino que la disciplina académica implica la posibilidad de que el arte se haga responsable de una mirada sobre la totalidad. El arte: la música, las artes visuales, el teatro, tienen mucho que decir sobre los problemas que implica la convivencia, pero como algo propio, que les compete. ¿Cuánto puede hacer un músico en un psiquiátrico o en la educación?, por ejemplo. Tenemos niños en las poblaciones que pasan ocho horas en la calle. Por qué no abrir un área de territorialización de la investigación para desarrollar este vínculo de las artes con el desarrollo social. Porque el arte no es solo el problema de la elaboración de una obra, sino también una relación de actor – espectador.

 

Si bien por un lado está este arte hiperdesarrollado que trata de enmarcarse en lo cotidiano, también hay expresiones artísticas espontáneas que aparecen en las esquinas y en diversos lugares. ¿De qué forma la universidad puede mirar esto y darle una explicación y valoración?

MS: Escuchando a Cecilia siento que su malestar me interpreta, porque efectivamente hay un despegue entre el artista y el público. El arte de la academia atraviesa por un proceso de exclusión, quizá desde los años 50. Se ha concentrado en su ciudadela y ha dejado de responder al «clamor popular». Yo creo que la academia, respondiendo a Cecilia, no hace nada en ese aspecto, ¡porque no quiere hacer nada! Y lo acepto, porque el arte que se preocupa por la belleza en el sentido clásico sí se cultiva actualmente, en otros espacios; por ejemplo, en una fotografía de una modelo que no tiene nada que envidiarle a un cuadro de Rafael. Por lo tanto, hay afuera un Rafael, pero está trabajando en una agencia de publicidad.

CB: Uno el piano lo puede tocar con los pies y va a escuchar puro ruido, o uno puede escuchar una sonata. Entonces hay un mínimo y hay un máximo. ¿Cuál es ese máximo? Que el arte es capaz de observar, es decir, también es responsable de una mirada sobre las cosas, no solo de un oficio. En la filosofía, en el siglo pasado Martin Heidegger dijo: «El arte, a diferencia de la ciencia, le propone al hombre una manera distinta de relacionarse con el ser, con la realidad». A lo que voy es que el arte en la Facultad no es libre de decir: «yo hago lo que quiero», sino que hay que hacerse responsable del máximo. Porque un médico se va a la cárcel si comete negligencia. Pero ¿de qué son responsables los artistas? ¿Qué responsabilidad tienen sobre la convivencia o sobre la salud mental? Está entonces la responsabilidad de la Facultad respecto a formar al alumno no solo como creador sino también como un espectador del mundo: ya no el actor y el creador, sino el que escucha, el que investiga lo que sólo el arte es capaz de observar.

¿Y nosotros como Universidad Católica tenemos mayor responsabilidad en este llamado?

<<A mí me pasa que si bien concuerdo en que la fe me implica, yo lo veo no como un deber moral sino como un problema del conocimiento. Es decir, cómo cambia el conocimiento cuando está impactado por la fe: en que tiene más profundidad, porque ya no hay nada que le sea indiferente, todo tiene algo que decir>>.

Cecilia Bralic

«El arte es capaz de observar, es decir, también es responsable de una mirada sobre las cosas». Fotografía de la exposición de Andy Warhol en la UC.

MS: Por supuesto, sobre todo si es una universidad católica, guiada por el compromiso con la fe y con el evangelio. Y Cecilia toca un punto muy importante, ya que el arte desde la UC tiene un compromiso ineludible con las personas. El malestar de Cecilia proviene desde una profunda fe, una preocupación muy fundamental por las personas y no por lo que ella llama la reflexividad. Yo creo que se resume en decir: «dejemos de perder el tiempo y en mirarnos a nosotros mismos como artistas en el espejo, dejemos de analizarnos el ombligo, y volquémonos a quienes realmente nos necesitan y que están afuera». Y me da mucho gusto escuchar esa pasión en Cecilia. Los artistas no convivimos en el cotidiano con la obligación de rendir cuentas, lo que para otras disciplinas es un deber moral. No preguntarse sólo por lo que he hecho como artista por el arte, sino por lo que he hecho como artista por el prójimo, aquel que está hecho a imagen y semejanza de Dios. Esa creo que debería ser la pregunta basal de un artista de la UC.

CB: A mí me pasa que si bien concuerdo en que la fe me implica, yo lo veo no como un deber moral sino como un problema del conocimiento. Es decir, cómo cambia el conocimiento cuando está impactado por la fe: en que tiene más profundidad, porque ya no hay nada que le sea indiferente. Se trata de entender que el arte pone al descubierto que el hombre cuenta con dos puntos de vista: la visión del actor y la del espectador. El arte es capaz de investigar la experiencia del público, de crear no solo desde su imaginación subjetiva. Pero necesitamos demandas de la sociedad para desarrollar esta línea de investigación, porque no sólo la ciencia lo puede hacer, el arte también puede participar generando un conocimiento que amplía su campo de responsabilidad disciplinaria.

MS: Aunque empieza con Aristóteles, el arte como disciplina que reflexiona sobre sí misma no es mucho más anterior que mediados del siglo XIX, cuando entra a la Academia. De modo que lo que hoy entendemos por arte es un destilado filosófico que puede que esté bastante alejado de lo que fue en un principio la práctica artística. En aquellos tiempos el «artista», tenía una función, como la tenía el barbero o el panadero.  Recordemos que Mozart tenía en Salzburgo un estatus similar al del cocinero de palacio.

CB: El problema es que solo se desarrolla en la academia, es decir, en la UC ni siquiera tenemos prácticas artísticas. Yo tengo que usar los cursos teóricos para que los alumnos investiguen y hagan trabajo de campo. La propia universidad quiere que el arte sirva, que desarrolle vínculos, pero no tenemos cómo vincular a los alumnos a la realidad. Todo está orientado hacia esta separación.

MS: Yo no concuerdo en endosarle la responsabilidad a la universidad, como si fuera un ente separado, suprarregulador en algún lugar de la estratósfera. Yo creo que la universidad somos todos nosotros. Eres tú, soy yo.

¿Entonces qué estamos haciendo nosotros como Universidad para solucionar esto?

CB: Claramente, no hay una voluntad. A lo mejor estoy pidiendo algo que para la sociedad no interesa, que no le significa un problema. Pero sí lo es para justificar el cultivo académico de las artes.

El arte tiene la capacidad de entrar en un nivel de la experienca que la ciencia no es capaz, un conocimiento no científico, pero relevante en la actualidad.

MS: Creo que queda mucho por hacer. Puede ser que se necesita un poco más de diversidad en la mirada hacia el quehacer artístico. Yo no veo que haya ningún impedimento para hacer más escuelas. El pensamiento  divergente no tiene tierra más fértil que el espacio que proporciona la universidad, porque es amplia, es abierta, es contenedora. La universidad es el paraíso del emprendedor. Aquí tú puedes hacer lo que quieras, por supuesto, manteniendo  el respeto por el otro. Creo que lo que postula Cecilia, probablemente, es lo que viene; quizá está sentando las bases de una nueva dirección en el arte, y aunque ella no alcance a ver los frutos, los verán las futuras generaciones.

CB: Sin duda, en los alumnos realmente se percibe un deseo de servicio. Ellos quieren hacer muchas cosas, no les basta con el pensar, quieren revolucionar esta situación, y eso tiene que tener una conducción. En medio de esta tendencia hacia la globalización, y tratándose de la universidad católica, obligada a una síntesis de los saberes y el saber cotidiano, hace falta que las energías converjan hacia un proyecto académico de Facultad que incluya estas preguntas, donde la relación de las artes y la cultura tenga un lugar explícito.

 

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