Don José, lonko de la comunidad Toquikura de la zona lafkenche del lago Budi, cuenta que a los seis años fue enviado por sus papás a internarse en el colegio religioso alemán de Puerto Domínguez. El pequeño José, en sus largos años de estadía en el colegio, vivió un proceso de desarraigo cultural y, al mismo tiempo, de interiorización de la fe católica. José volvió a redescubrir su identidad cultural y étnica en su formación universitaria, la que recibió en la Sede Villarrica de la Pontificia Universidad Católica de Chile, donde se encontró con otros jóvenes que entraron por la vía de admisión especial abierta a estudiantes mapuche. En ese contexto, José tomó conciencia de haber sido víctima de una obra de aplastamiento cultural que operaba por medio de la evangelización y de la educación, paralelamente. Esa conciencia lo ha hecho optar por la religión mapuche como algo antagónico a la religión católica en que fue formado en su proceso de escolarización, y esta hoy lo anima a luchar por el reconocimiento de los derechos culturales y políticos del pueblo mapuche.
La postura de don José es frecuente pero no la única dentro del universo cultural mapuche. Don Marcelo, de la zona del Budi, es ngenpin, esto es, la autoridad encargada de dirigir la rogativa del nguillatún. De manera similar a don José cree en la importancia de luchar por los derechos de su pueblo, en particular, por la recuperación de la tierra, de la lengua y la preservación de su cultura. Sin embargo, él cree posible participar en un nguillatún siendo católico. «Yo —explica— como ngenpin digo “Chaw ngenechen”; él me da la fuerza, él me da la vida y todas las cosas que tenemos. En el catolicismo es lo mismo, pero en otro idioma».
«Yo —explica— como ngenpin digo “Chaw ngenechen”; él me da la fuerza, él me da la vida y todas las cosas que tenemos. En el catolicismo es lo mismo, pero en otro idioma».
Las diferentes formas de vivir la relación entre cultura y fe entre los Mapuche también pueden verse como respuestas a distintos caminos tomados por la Iglesia para evangelizar y relacionarse con este pueblo. Después del llamado realizado por los obispos del Sur en 2003 a establecer un trato más digno y respetuoso con los Mapuche se han realizado diversos esfuerzos en la Pastoral de la Iglesia del Sur para buscar el diálogo con las autoridades mapuche, con su religión y cosmovisión. En Padre Las Casas, por ejemplo, los sacerdotes participan en el Wetripantu, en el nguillatún, y otras celebraciones. Los comuneros mapuche son incentivados a conservar dichas expresiones y sobre todo a enseñar su lengua a los niños.
Aún así, en el sur de Chile la relación Iglesia-cultura mapuche no está exenta de contradicciones y situaciones de conflicto que solo pueden abordarse desde la interculturalidad, es decir desde el diálogo basado en el respeto de la diversidad y en la búsqueda de la equidad social.
La Sede Villarrica de la Pontificia Universidad Católica de Chile hace más de treinta años emprendió un camino de búsqueda de la interculturalidad que se ha reflejado no solamente en la admisión especial abierta a estudiantes mapuche, sino también en el intento de generar un espacio de legitimación de su cultura y lengua en diversas instancias de la vida académica. Van desde los proyectos de investigación a las actividades y eventos sociales que involucran a toda la comunidad (como la celebración del Wetripantu) y a la formación de pregrado en Pedagogía Básica. Además del curso de Lengua y cultura mapuche, en diversos otros cursos se trabajan aspectos de la historia y cultura mapuche. Un ejemplo es el Curso de Didáctica de la Religión, donde se analizan también elementos de la cosmovisión de este pueblo. A este curso en particular una machi, invitada por un grupo de estudiantes, dio a conocer su visión de Dios padre y contó de su lucha contra las fuerzas del mal que se manifiestan por medio de enfermedades. «Todos estamos llamados a hacer el bien —planteó la machi a los estudiantes—, sea invocando a Dios o sin adhesión a ninguna creencia, lo importante radica en sanar y servir al peñi (hermano) o lamngen (hermana)».