Reportaje basado en la Investigación de:
Carmen Domínguez,
profesora de la Facultad de Derecho UC
cadoming@uc.cl

Carolina Salinas,
profesora de la Escuela de Derecho UC
csalinau@uc.cl

Angelina Dois,
profesora de la Escuela de Enfermería UC
adois@uc.cl

Pilar Wiegand,
profesora de la Instituto de Sociología UC
mdwiegan@uc.cl

Adriana Velasco,
profesora del Instituto de Ciencias de la Familia de la Universidad de los Andes
avelasco@uandes.cl

Pilar Escudero,
asesora de la Vicaría de Pastoral del Arzobispado de Santiago de Chile y miembro del Pontificio Consejo para los Laicos
pilarescuderop@gmail.com

José Tomás Alvarado,
profesor del Instituto de Filosofía UC
jalvaram@uc.cl

Revista

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Fortalecer a las familias en el Chile actual

Las últimas décadas han sido testigo de profundos cambios demográficos y culturales que han tenido graves consecuencias sobre la forma en que se entiende y se configura la familia. Al tiempo que S.S. Francisco I publica una exhortación apostólica para guiar a los católicos en cómo sobrellevar estas nuevas realidades, se hace necesaria una reflexión seria y propositiva para comprenderlas y dar respuestas a las premiantes necesidades de las familias chilenas, considerando que no habrá verdadero desarrollo sin familias fuertes y felices.

Al estudiar el panorama actual de la familia y las dificultades a las que ésta se enfrenta en estos tiempos, de lo que se trata es de un problema mucho mayor de lo que podría pensarse como un tema privado que ocurre dentro de las puertas del hogar. Y es que al hablar de familia se debe considerar la relevancia que ésta tiene como bien público, condición básica de la vida en sociedad siendo su núcleo fundamental, e institución que tiene una función social irrenunciable.

La persona nace y se desarrolla dentro de una familia, desde la que se transmite la vida y la cultura, donde recibe los valores y la educación que forjarán su visión del mundo y la forma en que se relacionará con los demás. El modelo de familia tradicional, conformada por el matrimonio entre un hombre y una mujer, se presenta como un ideal que tiene numerosas ventajas para el desarrollo de la persona y, por tanto, sin desconocer que este modelo está lejos de ser la realidad de muchas familias chilenas que sufren algún tipo de fragilidad, es un ideal al que aún vale la pena aspirar.

«La propia estructura de la sociedad moderna, con las nuevas tecnologías, el acelerado ritmo de vida, la desigual distribución de la riqueza, el escaso espacio y tiempo para la comunicación y el encuentro, ha generado nuevos costos y vicisitudes en la tarea de construir familias estables y de ejercer una paternidad y maternidad satisfactorias».

El artículo de la historiadora Catalina Siles, “Una política para la familia”, muestra cómo, según la evidencia, la familia es un factor determinante del capital social que posee una persona, lo que impacta en su desarrollo cognitivo y de las diferentes habilidades que afectarán su futura educación y trabajo. Por ejemplo, la probabilidad de que hijos de madres solteras terminen la enseñanza secundaria es menor que la de hijos de familias con ambos padres, y la ausencia prolongada del padre eleva la probabilidad de que el hijo se involucre en comportamientos de riesgo, produciéndose también trastornos de desarrollo, logro escolar y ajuste psicológico1. Por otro lado, se muestra cómo la familia constituye un pilar fundamental en la protección social de sus miembros, por el bienestar económico y psicosocial que les aporta. Tanto en la experiencia chilena como extranjera, se observa que el bienestar económico, la salud física y el desarrollo emocional de las personas que pertenecen a familias cohesionadas, con padres casados y presentes, son mayores que los de quienes crecen en familias uniparentales o con padres convivientes. Además, el estudio remarca el actual rol de la familia respecto a la solidaridad intergeneracional, considerando el progresivo envejecimiento de nuestra población y el hecho de que tres de cada cuatro adultos mayores de nuestro país, esperan que sus familias cuiden de ellos2.

En ese sentido, el desarrollo integral y el bien de la persona dependen, en parte, de su pertenencia a una familia fuerte, con padres presentes que puedan dar una buena educación y contención a sus hijos. Al entender la familia de esta manera, se ve la necesidad de que tanto el Estado como la sociedad en su conjunto valoren y promuevan la estructura familiar como el ambiente propicio para el desarrollo de los ciudadanos. Así, proteger a la familia como estructura social es parte de la labor de todos quienes buscan el bien común de una sociedad.

Cambios demográficos

Las dos últimas décadas de la historia de nuestro país, han sido escenario de profundas transformaciones tanto de la realidad como del concepto de familia. A nivel demográfico, se han experimentado cambios relevantes que muestran una nueva configuración de la familia, y a nivel teórico, se ve la influencia de diferentes corrientes culturales que han ido modificando la manera en que el chileno entiende y evalúa el rol de la familia, muchas veces negando su propia naturaleza y autonomía. Estas nuevas ideas se han ido instalando en la opinión pública e incluso los legisladores, en su afán de adaptarse a las nuevas corrientes, han recogido estos principios que no pocas veces van en contra de la protección y desarrollo familiar.

La profesora Carmen Domínguez, junto a un equipo interdisciplinario de profesionales, ha realizado una investigación sobre estos cambios, a los que se ven enfrentadas las familias en Chile, caracterizándola desde una perspectiva social, cultural y jurídica, para mostrar los problemas y desafíos que esta nueva configuración nos presenta3.

Como podemos ver en el gráfico 1, la tasa de nupcialidad, que corresponde al número de matrimonios por cada mil habitantes durante un año, se observa un descenso desde la década de los noventa en adelante, alcanzando su nivel más bajo durante los años 2008 y 2009. Luego, se dio un leve repunte y se espera que en los siguientes años esta tasa se mantenga entre los 3,3 y 3,8 matrimonios por cada mil habitantes. El gráfico 2 muestra que el porcentaje de personas casadas entre 18 y 65 años disminuyó en más de 20 puntos entre 1970 y 2013, alcanzando un 36%. En ese mismo periodo, el porcentaje de personas separadas, anuladas o divorciadas aumentó más del doble (de un 3% a un 8%).

Estos datos se comprenden también en relación al alza sin precedentes que tuvo la convivencia, fenómeno estadísticamente invisible hasta antes de los años setenta, y al aumento del número de hijos nacidos fuera del matrimonio. Los resultados muestran que, hasta los años noventa, la proporción de parejas convivientes había aumentado lenta pero sostenidamente, y ya para el año 2002, el porcentaje casi había duplicado a la medición anterior (del 11% al 21%). El año 2013 la cifra alcanzó el 46%. El cambio en la tasa de natalidad, por su parte, comenzó más tempranamente y su descenso ha sido constante desde el año 1973, como se ve en el gráfico 3.

Sobre  la composición de los hogares, la tabla 1 evidencia que el 51% es biparental (hogares en donde vive una pareja con o sin hijos), un quinto de ellos está constituido por núcleos monoparentales (padre o madre con al menos un hijo), un 15% es unipersonal, es decir, hogares donde habita solo una persona. Alrededor del 15% son hogares extendidos (biparental y monoparental), que corresponden a  los hogares donde habita más de un núcleo familiar –fenómeno del allegamiento-.

Desde la segunda mitad del siglo XX han crecido drásticamente los núcleos encabezados por madres solas. El gráfico 4 refleja que en 1970, cerca de un 10% de hijos menores de 18 años vivía sin su padre, alcanzando un 34% en el año 2013. El crecimiento más grande ocurrió entre  2003 y 2006 cuando la proporción casi se duplicó (de 13% a 23%). En la tabla 2 se puede ver el detalle de los núcleos de hogar con hijos menores de 18 años según con quién viven. Cabe destacar también que la proporción de hijos nacidos fuera del matrimonio alcanzó un 70% el año 20124.

Resulta interesante también que la percepción de la familia y la evaluación de los roles de sus miembros haya ido cambiado durante estos últimos años. La evaluación de la crianza paterna, por ejemplo, varía según el evaluador. Actualmente, alrededor de uno de cada tres hijos evalúa insatisfactoriamente el rol que jugó el padre en su crianza. En cambio, entre los padres, sólo el 7% se muestra insatisfecho con su rol paterno.

En cuanto a la concepción de familia, su comprensión como una constitución mediante el vínculo matrimonial entre un hombre y una mujer para vivir juntos para toda la vida, amarse y procrear, es cada vez más minoritaria, cediendo su paso a un nuevo concepto, donde no existe una única forma de familia, sino que cabe cualquier tipo de unión entre personas por las que éstas pueden facilitar su vida en común. La proporción de chilenos que considera que el matrimonio es un compromiso para toda la vida bajó en 26 puntos entre los años 2006 y 2015 (de 77% a 51%). El gráfico 4 muestra el cambio de mentalidad con respecto a éste y otros temas referidos al matrimonio y la convivencia.

 Cambios culturales 

Son muchos y de diversa índole los factores que han contribuido a generar los cambios demográficos recién descritos y la nueva concepción y percepción de familia. Como bien plantea Siles, “la familia, siendo la célula básica de la sociedad, actúa como origen y caja de resonancia de las diversas transformaciones sociales: por un lado, los cambios en la organización familiar repercuten en las estructuras sociales, económicas y culturales; y a su vez, las modificaciones en las estructuras sociales se ven reflejadas en la organización familiar.”5 Podemos ver cómo las grandes luchas culturales de nuestro tiempo se evidencian a escala familiar e influyen profundamente en los cambios que ha experimentado esta institución.

Domínguez y su equipo plantean que la propia estructura de la sociedad moderna, con las nuevas tecnologías, el acelerado ritmo de vida, la desigual distribución de la riqueza, el escaso espacio y tiempo para la comunicación y el encuentro, ha generado nuevos costos y vicisitudes en la tarea de construir familias estables y de ejercer una paternidad y maternidad satisfactorias.

A nivel ideológico, ellos también observan varias corrientes o vicios modernos que han influido de alguna manera en la concepción de familia y en el debilitamiento de la familia tradicional. Se puede recalcar, en primer lugar, una rotunda negación de la existencia de una naturaleza humana que define la esencia de las cosas y el bien sustantivo al que debe ordenarse toda entidad. Se niega todo carácter normativo de la naturaleza, por lo se rechazan principios morales naturales. La irrupción de la teoría de género viene a profundizar este hecho y a reemplazar toda idea clásica de la femineidad y masculinidad, de la corporeidad y la sexualidad.

Asociada a esta negación de la naturaleza, evidencian una pérdida del sentido de trascendencia, que lleva al ser humano a buscar únicamente una realización terrenal, cayendo en las lógicas mundanas de la comodidad, el individualismo, el hedonismo y la idea de que todo es desechable. El mismo papa Francisco, en Amoris Laetitia, alerta sobre “el creciente peligro que representa un individualismo exasperado que desvirtúa los vínculos familiares y acaba por considerar a cada componente de la familia como una isla, haciendo que prevalezca, en ciertos casos, la idea de un sujeto que se construye según sus propios deseos asumidos con carácter absoluto. (…) Las tensiones inducidas por una cultura individualista exagerada de la posesión y del disfrute generan dentro de las familias dinámicas de intolerancia y agresividad”.»6 Los diversos vicios que han calado hondo en la sociedad, han contaminado la forma en que el hombre concibe y vive sus relaciones familiares, llegando a desconocer toda responsabilidad con un otro. Domínguez y su equipo plantean que “la familia ha llegado a ser vista, en fin, como un lugar de opresión, de violencia y de injusticias. Se trata de un lugar en el que la mujer resulta sometida y explotada. Se trata de un lugar también donde los niños son domesticados para obedecer a autoridades heterónomas (…). Las familias generan autoritarismo, injusticia y son un obstáculo al despliegue de la autonomía de las personas.”

Desafíos sociales y políticos 

Por ser la familia una caja de resonancia de los problemas sociales y el núcleo de la sociedad, el destinar recursos y energías en resolver sus problemas incide también en la resolución de las necesidades que aquejan a la sociedad en su conjunto. Fruto de todas las transformaciones que ha sufrido, la familia ha pasado a ser una asociación privada entre sus miembros y ha perdido su carácter de sujeto público. Surge como una necesidad que el Estado y la sociedad civil asuman el rol que tienen en el fortalecimiento y protección de las familias, potenciando que cada niño tenga la oportunidad y los medios para crecer en el mejor espacio posible para su desarrollo integral.

«La sociedad será tan fuerte o tan débil como lo sean sus familias, por lo que es urgente que, a nivel país, se entienda a la familia desde la perspectiva de la solidaridad, tanto entre generaciones como sexos, permitiendo que ésta cumpla adecuadamente con las funciones que le son propias».

A nivel de políticas públicas, si se estudia el trabajo realizado por los gobiernos de los últimos años, se ve que, generalmente, han destinado sus esfuerzos a la protección de los más vulnerables con un enfoque centrado en derechos individuales y parcelando cada vez más a los diferentes miembros de la familia (niños, mujeres, adultos mayores, etc.), sin abordar los problemas sociales desde una mirada familiar integral. Esto resulta muchas veces ineficiente y no logra resolver los verdaderos problemas de la población. Si bien en la última década se han promulgado ciertas políticas que apuntan a la realidad familiar (Chile crece contigo, Ingreso ético familiar, Bono marzo permanente, Bono por hijo, entre otras) intentando resolver ciertas problemáticas, muchas veces han tenido un foco únicamente económico y no se han destinado al fortalecimiento de las familias y su convivencia cotidiana. El gran problema ha sido justamente la ausencia del reconocimiento de la familia como un bien público y como institución destinataria de políticas públicas.

No es difícil apreciar, por ejemplo, que las extensas jornadas laborales impiden una conciliación entre trabajo y familia, que el sistema de transporte público dificulta aún más el aprovechamiento del tiempo familiar, que el sistema tributario no toma en cuenta las realidades familiares, que el sistema previsional y de salud sólo se basan en consideraciones individuales, o que las viviendas sociales donde las familias viven hacinadas y sin intimidad, profundizan las dificultades de la vida familiar.7

Para resolver estas necesidades, urge repensar la forma en que la sociedad y el Estado consideran a la familia, creando una institucionalidad capaz de protegerla y fortalecerla desde las diversas aristas que amenazan su estabilidad y sana convivencia. En la discusión pública ya es posible escuchar algunos discursos que tratan esta problemáticas y elevan diferentes propuestas para apoyar, desde el Estado, el fortalecimiento y reconocimiento de las familias, especialmente de aquellas que se encuentran en estados de vulnerabilidad.

El mundo académico y, especialmente, las universidades católicas y centros de formación e investigación de inspiración cristiana, tienen la tarea pendiente de reflexionar en torno a esta problemática y proponer soluciones concretas, desde una mirada interdisciplinaria e integradora.La sociedad será tan fuerte o tan débil como lo sean sus familias, por lo que es urgente que, a nivel país, se entienda a la familia desde la perspectiva de la solidaridad, tanto entre generaciones como sexos, permitiendo que ésta cumpla adecuadamente con las funciones que le son propias, evitando que el Estado las absorba o que se dé una intervención disgregada e ineficiente que la termine perjudicando. Ante la tarea de valorar a las familias, cobra más sentido que nunca la invitación a la esperanza que hace el papa Francisco: “Caminemos, familias, sigamos caminando. Lo que se nos promete es siempre más. No desesperemos por nuestros límites, pero tampoco renunciemos a buscar la plenitud de amor y de comunión que se nos ha prometido”.8

Notas

  1. Herrera, S., Salinas, V. y Valenzuela, E. “Familia, pobreza y bienestar en Chile: un análisis empírico de las relaciones entre estructura familiar y bienestar.” En Temas de la agenda pública, Centro de Políticas Públicas UC, n° 44, julio 2011, pág. 4, 5
  2. Siles, C., “Una política para la familia.” En Desarrollo humano. Nuevas ideas para Chile, Santiago: Fundación IdeaPaís, 2017, pág. 6-8.
  3. Investigación realizada para el XII Concurso de Investigación y Creación para Académicos organizado por la Dirección de Pastoral y Cultura Cristiana y la Vicerrectoría de Investigación de la Pontificia Universidad Católica de Chile, 2014
  4. 4 Registro Civil e identificación, Estadísticas. Disponible en: https://www.registrocivil.cl/f_estadisticas.html
  5. Siles, C., op.cit., pág. 8.
  6. Papa Francisco I, Exhortación apostólica sobre el amor en la familia, Amoris Laetitia, Roma, 2016, 33.
  7. Siles, op. cit., pág. 16.
  8. Papa Francisco I, op.cit., 325.

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