Josefina Brahm
Editora Revista Diálogos N°11

 

P. Eugenio de la Fuente
Capellán y Asesor de la Pastoral UC
Bachiller en Teología UC
eugeniodelafuente@gmail.com

 

Gonzalo Edwards
Profesor del Instituto de Economía UC
Ph. D. Engineering-Economyc Systems, Universidad de Stanford
gedwards@uc.cl

Revista

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Desafíos Culturales Contemporáneos

«Preguntas entre académicos»: Artículo basado en Cursos de Formación para Académicos Pastoral UC.
Es innegable que nuestra cultura atraviesa por diversos problemas y crisis que nos hacen preguntarnos cómo podemos salir de ellos. Durante los cursos para académicos basados en los últimos documentos del papa Francisco, se trataron las temáticas del cuidado de la casa común y los desafíos para la familia actual. En esta sección, dos profesores responden a preguntas que surgieron a raíz de estos cursos.

¿Qué señales puede ofrecerle la iglesia a los jóvenes que están experimentando el amor y lo proyectan hacia el futuro para animarlos a asumir con madurez el compromiso del matrimonio ante dios y la iglesia? 1

P. Eugenio de la Fuente, Pastoral UC.

P. Eugenio de la Fuente: Para responder a esta pregunta, debemos plantearnos una premisa esencial: en el corazón de cada ser humano palpita, como gran impulso vital, el deseo de felicidad y plenitud. En virtud de esa búsqueda, la persona toma las decisiones fundamentales de su existencia. Una de las más importantes es la de pertenecer a la Iglesia y, en ella, comprometerse para siempre ante dios en un proyecto de amor mutuo y familia.

La cultura imperante, teniendo elementos muy positivos, camina también por los senderos del individualismo y el hedonismo, de lo inmediato y lo desechable, con bajísima tolerancia a la frustración. Este estilo de vida, aunque atractivo en la superficie, no conduce a la plenitud anhelada y fácilmente genera desilusiones. En este sentido, la pertenencia a la Iglesia, y su proyecto de matrimonio ante dios, es una opción válida para los jóvenes siempre que vean allí un espacio que efectivamente responda a sus anhelos de felicidad y belleza, es decir, una respuesta de ideales grandes con testimonios de vida inexorablemente atractivos.

Por eso, si nos preguntamos por las señales que puede ofrecer la Iglesia para que los jóvenes quieran pertenecer a ella y contraigan matrimonio sacramental, creo que la señal más potente es que todos los que somos Iglesia —laicos y consagrados, jerarquía y fieles— nos volquemos a vivir con intensidad lo que Jesús llamó la “señal de Jonás” (Mt 12, 40). Con ella, se refiere a esos tres días de pasión, muerte y resurrección en que dios, a través de su Hijo hecho hombre, manifiesta la gloriosa belleza del amor. Es aquella belleza del amor “hasta el extremo” (Jn 13, 1) con la que Cristo atrae a todos hacia sí mismo cuando es levantado en alto en la cruz (Jn 12, 32).

No podemos seguir pensando que vivimos en una “sociedad de cristiandad”, donde la fe se da por hecho; ese tiempo ya pasó. Pienso que la gran señal es que la Iglesia atraiga por ser presencia maravillosa en el mundo del dios-Amor hecho hombre, comprendiendo que existe para ser servidora de Cristo sirviendo al ser humano. Que atraiga por la intensidad con que ama y se entrega por los hombres y mujeres de nuestro tiempo; por ofrecer, con la inexorable fuerza del testimonio, el más maravilloso camino hacia la plenitud humana en la belleza del amor más grande; y por ser capaz de reconocer humildemente los errores que la alejan de su Maestro.

¿Las acciones de una persona pueden modificar el antropocentrismo, raíz de la crisis ecológica? 2

Gonzalo Edwards, Profesor del Instituto de Economía UC.

Gonzalo Edwards: Cuando se habla de crisis ecológica, todos pensamos en el calentamiento global, en la extinción de especies animales y vegetales, y en la contaminación. En Laudato Si’, el papa Francisco nos invita a preocuparnos también de las personas, de sus angustias y de “la pérdida del sentido de la vida y de la convivencia” (cf. LS’, 110). Todos somos parte de un mismo medio ambiente.

Si bien me parece evidente que la crisis ecológica tiene su origen en las actividades humanas, no tengo claro que sea el antropocentrismo el problema principal; tal vez la confusión se deba a la semántica. Por ‘antropocentrismo’ se entiende la preocupación por las personas antes que por animales y plantas. Sin embargo, en algún sentido, es debido a que nos preocupamos por la especie humana que debemos cuidar el medio ambiente. El cuidado de la naturaleza, incluidas las personas, es esencial si queremos ocuparnos de la especie humana, aun si no nos interesan los animales y plantas en sí mismas. El problema es que nos preocupamos mal. Actualmente, el antropocentrismo implica que, aunque las personas estemos en un nivel superior en una escala jerárquica, les debemos respeto y cuidado a los animales y plantas. A pesar de lo anterior, muchas veces no respetamos ni cuidamos a las otras especies.

De este modo, no creo que sea necesario adoptar una cultura alternativa en lugar de la preocupación por el hombre. Lo que hay que cambiar, tal vez, sean nuestra actitud y nuestras acciones que afectan el medio ambiente, ya que se trata de nuestra casa común. ¿Pueden nuestra actitud y nuestras acciones individuales modificar esta crisis ecológica? Sin duda es complicado, pues se trata de un aspecto que abarca el pensar, sentir y actuar de toda una cultura, y es difícil que una sola persona pueda cambiar una actitud tan enraizada en un pueblo. Sin embargo, por alguna parte hay que empezar.

Notas

  1. Pregunta elaborada por María Soledad Pinochet, coordinadora de docencia de la Facultad de Comunicaciones UC.
  2. Pregunta elaborada por Ady Giordano, profesora de la Facultad de Química UC.

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