Luca Valera, profesor de la Facultad de Filosofía de la UC
luvalera@uc.cl
Gabriel Vidal, alumno de la Facultad de Filosofía de la UC
gtvidal@uc.cl
Yuliana Leal, alumna de la Facultad de Filosofía de la UC
yleal1@uc.cl

 

Revista

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La cuestión filosófica del habitar

“Si reconocemos el valor y la fragilidad de la naturaleza, y al mismo tiempo las capacidades que el Creador nos otorgó, esto nos permite terminar hoy con el mito moderno del progreso material sin límites. Un mundo frágil, con un ser humano a quien Dios le confía su cuidado, interpela nuestra inteligencia para reconocer cómo deberíamos orientar, cultivar y limitar nuestro poder”1 .

«Si la crisis ecológica se caracteriza como un problema existencial frente a los peligros de los desarrollos tecnológicos, la ética ambiental debe asumir el desafío de repensar nuestra manera de habitar el mundo»

El surgimiento de la ética ambiental está vinculado al desarrollo tecnológico contemporáneo, el cual ha traído consigo el despliegue de enormes potencialidades de transformación del mundo, cuyos efectos son muchas veces impredecibles. Entre ellos, la crisis ecológica causada por el cambio climático antropogénico. Desde una perspectiva ética, este problema ha conducido a repensar nuestra forma de habitar el mundo y el medio ambiente.

A partir de los problemas ambientales que sufre el mundo actual, en el ámbito filosófico han emergido distintas reflexiones sobre el agotamiento de los recursos naturales, el cambio climático, la destrucción misma del planeta, entre otras. Estas reflexiones han puesto como foco de atención “la crisis ecológica”, haciendo hincapié en que esta reflejaría la imposibilidad misma de nuestro habitar. El ser humano percibe, así, su condición de habitar como imposible2.

La crisis ecológica pone en cuestión tanto la posibilidad del hombre de expresar su humanidad como su capacidad de relacionarse con el medio ambiente. Por ende, esta crisis es esencialmente existencial, pues vivir en el mundo constituye una dimensión fundamental de la existencia humana. De hecho, el ser humano no existe aislado de su contexto, es decir, es un ser esencialmente “ecológico”, necesariamente “situado”3. Por eso la correlación entre el ser humano y el medio ambiente se transforma en una relación “llena de sentido”, tanto a nivel simbólico como experiencial.

Desde esta perspectiva, si la crisis ecológica se caracteriza como un problema existencial frente a los peligros de los desarrollos tecnológicos, la ética ambiental debe asumir el desafío de repensar nuestra manera de habitar el mundo. Por esta razón creemos que es necesario, para enfrentar la crisis ecológica actual, plantear “un paradigma de antropología relacional para la ética ambiental”4, que reinterprete al ser humano como un ser que habita el mundo a través de un vínculo con los demás seres vivos y miembros de la familia humana5.

Cómo se forjó nuestra relación con la naturaleza

Con respecto a este desafío, es importante conocer cuáles han sido las causas y los factores que han generado las enormes dificultades, en aras de comprender nuestra relación con la naturaleza en la contemporaneidad. Dicha cuestión involucra al mismo tiempo reflexiones filosóficas y teológicas que nos llaman a repensar nuestro modo de habitar el planeta. Algunas de estas reflexiones han hecho hincapié en que uno de los principales factores que ha imposibilitado una comprensión más idónea ha sido la cosmovisión moderna utilitaria sobre la naturaleza.

Esta cosmovisión ha transformado la naturaleza y sus recursos en simples medios que deben ser explotados, con el objetivo de satisfacer los fines de la existencia humana6. El fundamento de esta visión es un “antropocentrismo extremo”, donde el homo economicus es considerado el dueño y señor de todo lo que lo rodea. Lo anterior ha generado una fractura radical en las relaciones de los hombres entre sí y con su entorno7.

Nuestra errada comprensión de nuestra relación con el medio ambiente nos ha conducido, entonces, a la oikophobia8, es decir, hacia una actitud hostil y apática hacia el mundo que habitamos9. En este sentido, la oikophobia genera una desvinculación con el hogar y, al mismo tiempo, causa una alarmante alienación frente al mundo.

Tanto la ética ambiental como la ecoteología han hecho énfasis en la importancia de la oikophilia10, a saber, en el amor hacia nuestro hogar: la naturaleza. El oikos es un lugar “nuestro”, se trata de un “mundo común” que todos habitamos. Este “sentido de pertenencia al mundo” es la raíz de la oikophilia y ella es central en nuestra relación con todo lo que nos rodea, es decir, el habitar11. Como lo señala el papa Francisco, es necesaria una solidaridad universal y un amor hacia el cuidado de la naturaleza12. La negación del problema (indiferencia), la resignación cómoda (conformismo) o la confianza ciega en las soluciones tecnológicas son expresiones de la oikophobia, la cual obstruye la planeación y ejecución de salidas sensatas a la crisis. En cambio, la oikophilia implica asumir una actitud consciente por el cuidado del medio ambiente, asumiendo una responsabilidad por nuestras acciones y relaciones con los otros seres de este planeta, teniendo presente el futuro de las siguientes generaciones. La oikophilia conlleva entonces una ética de la responsabilidad y un compromiso serio por el cuidado del mundo que habitamos13.

Las condiciones del habitar

Corte de bosques para plantar cultivos produce un grave problema de degración ambiental de los suelos.

Si el habitar es la expresión de nuestro modo de ser (o vivir) en la tierra, es importante recordar la famosa conferencia de Martin Heidegger, “Construir, habitar, pensar”, en 195114. En dicha conferencia, se muestra con toda claridad cómo las condiciones del “habitar” no son meramente materiales, sino esenciales al ser humano.

En este sentido, son valiosas las reflexiones en torno al habitar poético. Este no hace referencia a la actividad de “embellecer” a través del arte o literatura las edificaciones que construimos, sino más bien al sentido griego de poesía (ποίησις), que expresa todo acto de creación o acción humana que da sentido a lo que hay. De este modo, el hombre habita poéticamente la tierra debido a que su modo de existir implica la creación constante de sí mismo y de su ambiente, de un sentido para su existencia. En este modo de relación consiste el verdadero construir.

Es importante aclarar que la relación entre el habitar y el construir no se fundamenta en una relación medios-fin. Las construcciones no son medios para el alcanzar como fin último el habitar15. Según Heidegger, el habitar es una característica esencial de los seres humanos: el hombre edifica sus moradas desplegando su ser en ellas. Construir implica hacer visible una morada para el ser humano. El construir puede expresarse, por un lado, en la edificación de viviendas, edificios, hogares, etc., y, por otro lado, en el cuidado de la naturaleza. Por esta razón, el habitar implica custodiar nuestro mundo común. Esta actividad no consiste solamente en no hacerle nada a lo cuidado16, sino que, además, el verdadero cuidar es algo positivo y acontece cuando le damos un sentido a la naturaleza sin destruir su modo esencial.

Gracias a esta concepción renovada del habitar, descubrimos algo de vital importancia: en cuanto el habitar es a la vez un hacer (una actividad) y un modo de ser, este pone de manifiesto un puente entre la dimensión práctica y la dimensión existencial. De esta manera, repensar este modo de relación entre los seres humanos y el medio ambiente conlleva a comprender que el habitar no se circunscribe a los límites locales y restringidos de vivir en el mundo, sino que pone de relieve el mundo mismo. Este aparece como el oikos que nos determinamos a construir y cuidar, sin el cual ninguno de nosotros podría vivir.

La ética ambiental

«La cuestión por el habitar, antes de ser una cuestión ética es una cuestión básicamente antropológica, que involucra una reflexión más profunda sobre el ser humano como un ser relacional».

Este es el punto de encuentro con el oikos de la ecología (oikos-logos), pero comprendido en su completa profundidad17. El medio ambiente no se nos aparece como un mero conjunto de condiciones bióticas y abióticas, sino que con su trasfondo cosmológico. El oikos es precisamente la naturaleza, que en nuestra instancia concreta identificamos con un mundo que es unidad de ecosistemas y seres vivos: el planeta Tierra. Es importante, por ende, destacar que la cuestión por el habitar, antes de ser una cuestión ética es una cuestión básicamente antropológica, que involucra una reflexión más profunda sobre el ser humano como un ser relacional. Por esta razón, como lo señala el papa Francisco: “No habrá una nueva relación con la naturaleza sin un nuevo ser humano. No hay ecología sin una adecuada antropología”18. Sus palabras iluminan la urgencia de pensar en un nuevo paradigma antropológico para la ética ambiental que nos permita comprender de forma adecuada nuestro modo de habitar en el mundo. Al comprender esto, podremos ser conscientes de la importancia de asumir su cuidado con responsabilidad.

Notas

  1. Papa Francisco, Carta encíclica Laudato si’ sobre el cuidado de la casa común, 2015, 78.
  2. Cfr. Bordeau, P., “The Man Nature Relationship and Environmental Ethics”, Journal of Environmental Radioactivity 72, 2004, pág. 13.
  3. Cfr. Polo, L., La persona humana y su crecimiento, Pamplona: EUNSA, 1996, pp. 50-1.
  4. Proyecto VRI, Pastoral Nº 7690, DPCC, 2016.
  5. Cfr. Valera, L., Ecologia umana. Le sfide etiche del rapporto uomo/ambiente, Roma: Aracne, 2013, pp. 42-44.
  6. Cfr. Carson, R., Silent Spring, Boston: Houghton Mifflin, 1962.
  7. Cfr. Naess, A., Ecology, Community, and Lifestyle: Outline of an Ecosophy, Cambridge: Cambridge University Press, 1989.
  8. Aversión o miedo hacia la casa.
  9. Cfr. Scruton, R., How to Think Seriously About the Planet. The Case for an Environmental Conservatism, Nueva York: Oxford University Press, 2012, pp. 213-4.
  10. Amor hacia la casa.
  11. Cfr. Harrison, P., “The Space between Us: Opening Remarks on the Concept of Dwelling”, Environment and Planning D: Society and Space 25, 2007, pág. 627.
  12. Cfr. Papa Francisco, Laudato si’, pág. 14.
  13. Cfr. Taylor, P., Respect for Nature: A Theory of Environmental Ethics, Princeton: Princeton University Press, 1986.
  14. Heidegger, M., “Construir, habitar, pensar”, en Heidegger, M., Conferencias y artículos, Barcelona: Ediciones del Serbal, 1994.
  15. Cfr. Young, J., “What is Dwelling? The Homelessness of Modernity and the Worlding of the World”, en eds. Wrathall, M. A. y Malpas, J., Essays in Honor of Hubert L. Dreyfus: Heidegger, Authenticity, and Modernity, Cambridge y Londres: The MIT Press, 2000.
  16. Cfr. Garlaschelli, E. y Petrosino, S., Lo stare degli uomini. Sul senso dell’abitare e sul suo dramma. Milán: Marietti, (1820) 2012.
  17. Cfr. Brown, C. S., “The Real and the Good. Phenomenology and the Possibility of an Axiological Rationality”, en eds. Brown, C. S. y Toadvine, T., Eco-Phenomenology. Back to the Earth Itself, Nueva York: SUNY Press, 2003, pág. 16.
  18. Papa Francisco, Laudato si’, 11º 8.

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