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Las Universidades Pontificias y el Desafío de la Sustentabilidad

¿Qué rol tienen las universidades frente a los desafíos contemporáneos de la humanidad? Sospecho que todos los miembros de las comunidades universitarias alrededor del mundo consideran que los roles de docencia, investigación y colaboración externa sitúan a las universidades en el centro de las respuestas. Sin embargo, también hay que considerar una pregunta opuesta: ¿Cuál ha sido el rol de estas universidades en la generación de los problemas que enfrentamos hoy?

Las universidades son casas comunes para desarrollar y compartir conocimientos. Este rol ha sido clave para las sociedades desde la época medieval. De estos lugares surgen las ideas, teorías, tecnologías y debates sobre valores e ideologías que van moldeando a las sociedades. Los desafíos del siglo XXI indican que, desde las universidades, debemos hacer un esfuerzo mayor por trascender desde una educación instrumental y profesional, para ahondar en una trans- formación valórica traducida en acciones donde, como escribe el papa Francisco, “si nos sentimos íntimamente unidos a todo lo que existe, la sobriedad y el cuida- do brotarán de modo espontáneo”1. Son las comunidades universitarias las que tienen el deber y la responsabilidad de asegurar y proteger la Casa Común, con un desarrollo sustentable e integral.

 

Respuestas a la crisis del Antropoceno

Cuando se publicó la encíclica Laudato si´ en 2015, estábamos frente a un momento clave en la generación de respuestas coordinadas a los desafíos de migración, cambio climático, estrés hídrico, inequidades sociales múltiples y derechos indígenas, entre otros. Ese mismo año, se realizó un acuerdo en la reunión COP de París sobre cambio climático, cimentando compromisos nacionales de mitigación y adaptación para reemplazar el vencido Protocolo de Kioto y, además, fueron publicados los 17 Objetivos de Desarrollo Sustentable de la ONU (ODS), con sus 169 metas, las cuales constituyeron los lineamientos para la Agenda 2030, una carta de navegación de desarrollo global.

En 2019, se incluyó a las universidades en un nuevo índice y ranking según su impacto. El del Times Higher Education mostró el compromiso institucional con 11 de los 17 ODS, cubriendo docencia, investigación, vínculos externos y reglamentos internos. En la versión 2021, la Universidad Pontificia de Comillas en España se encuentra en el lugar 98 entre las 1.117 universidades que ofrecieron información. La segunda universidad pontificia en este ranking es la UC de Chile y la tercera, la UC de Perú.

Justo antes de la llegada de los tres mensajes de acción en 2015, se había concluido la Década de Educación para el Desarrollo Sustentable de la ONU (2005-2014), la que tuvo sus bases en la Declaración de Talloires en 1990 y gene- ró distintas iniciativas locales e internacionales, como el lanzamiento de la revista International Journal of Sustainability in Higher Education (2000) y la creación del sistema STARS de evaluación de sustentabilidad universitaria (2006). En Chile, había una política para promover esta iniciativa —incluso, había un programa para la Región Metropolitana— que enfatizaba un elemento clave: “La educación es el principal agente de transformación hacia el desarrollo sustentable, ya que ella no solo es trasmisora de conocimientos, sino que se orienta también a generar las capacidades de las personas para que sus aspiraciones de un futuro diferente se puedan concretar”2.

Para las universidades católicas, otro hito clave fue la publicación de la Constitución apostólica Ex Corde Ecclesiae en 1990. Entre los énfasis, incluía la necesidad de orientar a las actividades universitarias hacia “el estudio de los graves problemas contemporáneos, tales como, la dignidad de la vida humana, la promoción de la justicia para todos, la calidad de vida personal y familiar, la protección de la naturaleza, la búsqueda de la paz y de la estabilidad política, una distribución más equitativa de los recursos del mundo y un nuevo ordenamiento económico y político que sirva mejor a la comunidad humana a nivel nacional e internacional” 3. Es decir, los mismos desafíos de la Agenda 2030 y los ODS, planteados en 2015. Cuando se compara Ex Corde Ecclesiae con Laudato Si´, se puede observar el énfasis en la ética y en los valores que surgen para enfrentar estos desafíos, y la ONU presenta estos mismos temas de forma más sistémica e instrumental, pero sin una base en lo valórico. Surge así la importancia del desarrollo de los conocimientos y acciones en estos tres elementos, en forma integrada, en las universidades. Como la cita identifica, no basta con transmitir conocimientos e investigar. El rol de las universidades es generar capacidades de acción, conscientes y éticas.

Más acciones

La última década, ha habido una profundización del rol de las universidades frente al desafío de generar un desarrollo más sustentable a nivel local y global. En 2010, se anunció el desarrollo sustentable como uno los ejes estratégicos del Plan de Desarrollo UC, se constituyeron la Oficina y el Consejo de Sustentabilidad y, junto con ello, se firmó el Protocolo de Campus Sustentables —una iniciativa que llevó a un diplomado interuniversitario en Educación para la Sustentabilidad en 2011 y un Acuerdo de Producción Limpia Campus Sustentable en 2012, materia en la que se estableció una colaboración fuerte con otras instituciones de educación superior en Chile—. Al año siguiente, trabajamos en una investigación apoyada por la Pastoral UC4con Sonia Reyes, Jordan Harris y Camilo Huneeus para indagar sobre el estado del arte de las universidades pontificias frente a los desafíos del desarrollo sustentable. El interés principal estaba puesto en los avances en las universidades pontificias en América Latina.

La investigación implicaba rastrear documentos institucionales, instancias universitarias de gestión, de responsabilidad social empresarial y de incorporación de los temas de sustentabilidad, y el desarrollo sustentable en docencia y en investigación. Una mirada general indicaba que los avances en la UC no fueron replicados en otras universidades. Con suerte había una preocupación por la gestión ambiental de los campus en residuos y transporte, por ejemplo, pero fueron iniciativas parciales y fragmentadas. Reflexionando sobre este diagnóstico regional en 2011 y comparándolo con la situación en 2021, hemos visto una revolución en cómo las universidades están enfrentando estos desafíos.

En nuestro trabajo, tratamos de con- seguir información sobre las actividades de las 28 universidades pontificias, incluyendo las universidades eclesiásticas dedicadas al derecho canónico e historia religiosa y las tradicionales, con una diversidad de disciplinas y formaciones más típicas de otras universidades no católicas. En este universo, la presencia de las pontificias en América Latina es marcada, con solo una en Asia. De las 19 en la región, pudimos identificar una serie de actividades más bien incipientes, pero importantes: 14 universidades con investigación en la sustentabilidad; 9 con cursos con temáticas de sustentabilidad; 9 con gestión sustentable —incluyendo reciclaje—; 7 con proyectos sociales en sustentabilidad; 3 con oficinas de sustentabilidad constituidas; una con una amplia integración de los temas en sus mallas, y una reportando según los criterios del Global Reporting Initiative.

Fue difícil evaluar las universidades debido a la ausencia de información estandarizada y por los conocimientos y detalles fragmentados de las personas contactadas. Este problema de información fue producto del mismo fenómeno: iniciativas diversas, pero poco coordinadas; falta de un núcleo central de coordinación, y la ausencia de una métrica común para la evaluación de las actividades. De todas maneras, la universidad más destacada entre las 28 fue la UC de Comillas en Madrid, con su cátedra de sustentabilidad constituida. En América Latina, los líderes fueron las UC de Chile y de Perú, nuevamente, y la UC de Río de Janeiro, en términos de las actividades realizadas, anotadas arriba. En este sentido, se puede ver que las universidades que son reconocidas ahora en el ranking de impacto son las que iniciaron sus compromisos con la sustentabilidad hace una década.

«Si las universidades no son capaces de dirigir su docencia, investigación y colaboraciones externas hacia este proceso y ese fin, no estamos poniendo a las universidades al servicio de la sociedad y al servicio de un mejor futuro para las generaciones venideras, en conexión y en relación con la naturaleza.»

Las iniciativas de 2021 no son parciales de agrupaciones estudiantiles, departamentos o institutos especializa- dos o de unidades de gestión universitaria, sino lineamientos y procesos integrados que demuestran un cambio y un compromiso institucional al respecto. No basta con una buena gestión ambiental de los campus, se requiere una transformación cultural dentro y fuera de la universidad, basada en los valores y principios tan claramente expuestos en Laudato si´ y señalados como responsabilidades de las universidades católicas en Ex Corde Ecclesiae: “El modo de relacionarse con los adelantos de la ciencia y la tecnología supone, desde las Universidades Católicas, una invitación a la práctica de la libertad, el respeto y la coherencia con fundamentos en una sólida base moral, sin eludir los desafíos éticos y los debates que estos despierten”5.

Si reconocemos que las universidades no son actores neutrales en el desarrollo de las sociedades y las transformaciones planetarias, debemos entender que las actividades realizadas en ellas y los roles asumidos deben ser reflexivos y cimentados en posiciones éticas claras. Siempre deben surgir las preguntas —en las aulas, en las colaboraciones externas y en los proyectos de investigación— sobre cuál es el aporte a la sustentabilidad y el desarrollo sustentable, y cómo se cuida y fortalece a la Casa Común.

Las universidades católicas, siguiendo a Ex-Corde Ecclesiae, tienen una misión clara: “La misión que la Iglesia confía, con gran esperanza, a las Universidades Católicas reviste un significado cultural y religioso de vital importancia, pues concierne al futuro mismo de la hu- manidad”6, un futuro más sustentable. Si las universidades no son capaces de dirigir su docencia, investigación y colaboraciones externas hacia este proceso y ese fin, no estamos poniendo a las universidades al servicio de la sociedad y al servicio de un mejor futuro para las generaciones venideras, en conexión y en relación con la naturaleza.

Las universidades pontificales no son como otras universidades. Su sello moral, cultural y religioso las distinguen. Son las casas comunes que deben reflejar, como fractales, los desafíos y cuidados de la Casa Común. Deben ser los laboratorios vivos que busquen los caminos necesarios e instauren los cambios culturales y valóricos requeridos para superar la cultura del descarte, las injusticias sociales y los daños a “la hermana nuestra madre tierra”7. Debemos reforzar los principios bases de estos desafíos, reconociendo “que todo está relacionado, y que el auténtico cuidado de nuestra propia vida y de nuestras relaciones con la naturaleza es inseparable de la fraternidad, la justicia y la fidelidad a los demás”8. Este es el rol de las universidades y las expectativas de las universidades católicas deben ser mayores en este sentido.

Notas

  1. Papa Francisco, Carta encíclica Laudato si’, Roma, 24 de mayo de 2015, nro. 11.
  2. Política Nacional de Educación para el Desarrollo Sustentable, 2009, pág. 12. Disponible en http://sustentabilidad. umce.cl/wp-content/uploads/2016/10/Politica-Nacional-EA-EDS-2012-1.pdf.
  3. Papa Juan Pablo II, Constitución apostólica Ex Corde Ecclesiae, Roma, 15 de agosto de 1990, pág. 32.
  4. El artículo está disponible en https://revistadialogos.uc.cl/desarrollo-sustentable-un-desafio-etico/.
  5. Papa Juan Pablo II, Constitución apostólica…, op. cit., pág. 61
  6. Ibíd., pág. 48.
  7. Papa Francisco, Carta encíclica…, op. cit., nro. 1
  8. Ibíd., nro. 70.

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