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Maestro de maestros: Monseñor Manuel Larraín

Mons. Manuel larraín errázuriz (1900 – 1966) Académico y prorrector UC
Mons. Manuel Larraín Errázuriz (1900 – 1966), Académico y prorrector UC

Padre de la Iglesia Latinoamericana
Por Jorge Precht, Facultad de Derecho UC

El 22 de junio de 1966, muere don Manuel Larraín, Obispo de Talca, ex-alumno de la Facultad de Derecho, profesor de la Facultad de Teología UC y su Decano, sacerdote desde 1927 y Obispo desde 1938. Fue capellán y asesor de la juventud de la UC, en especial de la Escuela de Medicina. Pro- Rector de la Universidad (1930- 1938). 

Llamamos “Padres de la Iglesia” a los escritores ortodoxos de la Iglesia primitiva. “La noción de “Padres de la Iglesia” tiene su origen en la dogmática y responde a la necesidad que sentía el catolicismo de probar su autenticidad por la tradición” (von Campenhausen, 1967). 

Pero, si tomamos la expresión en un sentido extensivo como aquellos hombres precursores, de ortodoxia probada y que constituyen hitos decisivos de la tradición de una Iglesia o Iglesias particulares, bien podemos hablar de don Manuel como “Padre de la Iglesia Latinoamericana”. 

Sus contemporáneos dijeron de él que “pasó como una luz” y la historia expresa que fue uno de los más grandes Obispos chilenos del siglo XX. Fundador y luego Presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano, gran apóstol social, de los primeros en preconizar el apostolado de los laicos, tal como lo entendió su amigo Montini (futuro Pablo VI). Su acción fue decisiva en el desarrollo de la Democracia Cristiana en Chile, pionero en el apoyo católico al sindicalismo agrícola y a la Reforma Agraria. Hizo patente la acción preferencial por los pobres que, derivada del Evangelio, es la columna vertebral de la Doctrina Social de la Iglesia, desde León XIII hasta el Papa Francisco. 

Su impronta se encuentra en las Conferencias Episcopales de Río de Janeiro (1955) y de Medellín (1968) y en el documento de los Obispos chilenos “El deber de los católicos” (1947) en la Carta de Pablo VI al Cardenal Roy Apostolicam Actuositatem. Quien lee sus escritos no puede extrañarse de que su firma se encuentre en la “Declaración sobre la Iglesia de los pobres” efectuada el 16 de noviembre de 1965 en la Catacumba de Domitila. Allí se habla de “llevar una vida sencilla y sin posesiones según el modo ordinario de nuestra población”, “establecer una acción pastoral que constituya un verdadero servicio”, “impulsar el advenimiento de otro orden social, nuevo, digno de los hijos del hombre y de los hijos de Dios”. Fue suscrito por 41 Obispos, la mayoría latinoamericanos. Don Manuel participó activamente en el Concilio Vaticano II. En la obra de Alberigo: Historia del Concilio Vaticano II (G. Alberigo, 5 volúmenes, 1997) se le cita no menos de 21 veces, sólo superado, entre los Obispos chilenos, por el Cardenal Silva Henríquez citado no menos de 43 veces. Quizá su contribución más notoria es fuera del Aula. En efecto, cuando se jugaba la suerte del Concilio, él y Helder Cámara formaron parte del grupo que se reunía en el Colegio Belga, bajo la protección del Cardenal Suenens, grupo que impidió la maniobra de la Secretaría del Concilio que buscaba, a través de la constitución de comisiones y de la votación rápida de los textos prefabricados, oponerse a la voluntad mayoritaria de los Obispos (Helder Cámara, 1997, pp. 158-166). Con la ayuda de los Cardenales franceses, bajo presidencia de Silva Henríquez, el grupo latinoamericano se reunió todos los viernes con delegados de otras conferencias en la casa Domus Mariae. Todo ello se logró por la dupla Cámara – Larraín. 

Amigo del alma del padre Hurtado, nuestro santo ex – alumno, y de Francisco Vives, otro gran apóstol social, también Pro – Rector, don Manuel fue formado en la escuela jesuita de Doctrina Social de la Iglesia. Ex – alumno del colegio San Ignacio, al estudiar en Roma en la Universidad Gregoriana, siempre se acordaba de su “venerado maestro” Arthur Vermeersch (1858 – 1936), gran canonista y profesor de moral. 

De su tiempo de estudiante, don Manuel recordará: “Mi vocación al sacerdocio, siendo estudiante universitario, nació del conocer la miseria material y moral de nuestro pueblo y del convencimiento de que sólo la Doctrina Social de la Iglesia, plenamente conocida y aplicada… puede poner a nuestro pobre pueblo en aquél “mínimum de bienestar material” que Santo Tomás dice se requiere para la práctica de la virtud” (carta al Nuncio Mario Zanin, 15 de enero de 1948, citada por González Cruchaga, s. fecha, p. 238). 

Al conmemorar 50 años de la Pascua de Manuel Larraín Errázuriz, justo es nombrarlo maestro de maestros.  

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