Fragmentos del discurso del Papa Francisco en la Pontificia Universidad Católica de Chile.
Casa Central, 17 de enero de 2018.
“El ritmo acelerado y la implantación casi vertiginosa de algunos procesos y cambios que se imponen en nuestras sociedades nos invitan de manera serena, pero sin demora, a una reflexión que no sea ingenua, utópica y menos aún voluntarista. Lo cual no significa frenar el desarrollo del conocimiento, sino hacer de la Universidad un espacio privilegiado «para practicar la gramática del diálogo que forma encuentro»3
La convivencia nacional es posible —entre otras cosas— en la medida en que generemos procesos educativos también transformadores, inclusivos y de convivencia. Educar para la convivencia no es solamente adjuntar valores a la labor educativa, sino generar una dinámica de convivencia dentro del propio sistema educativo. No es tanto una cuestión de contenidos sino de enseñar a pensar y a razonar de manera integradora. Lo que los clásicos solían llamar con el nombre de forma mentis (…). Pareciera que hoy en día la «nube» es el nuevo punto de encuentro, que está marcado por la falta de estabilidad ya que todo se volatiliza y por lo tanto pierde consistencia (…)
Tal falta de consistencia podría ser una de las razones de la pérdida de conciencia del espacio público. Un espacio que exige un mínimo de trascendencia sobre los intereses privados —vivir más y mejor— para construir sobre cimientos que revelen esa dimensión tan importante de nuestra vida como es el «nosotros». Sin esa conciencia, pero especialmente sin ese sentimiento y, por lo tanto, sin esa experiencia, es y será muy difícil construir la nación, y entonces parecería que lo único importante y válido es aquello que pertenece al individuo, y todo lo que queda fuera de esa jurisdicción se vuelve obsoleto. Una cultura así ha perdido la
memoria, ha perdido los ligamentos que sostienen y posibilitan la vida. Sin el «nosotros» de un pueblo, de una familia, de una nación y, al mismo tiempo, sin el nosotros del futuro, de los hijos y del mañana; sin el nosotros de una ciudad que «me» trascienda y sea más rica que los intereses individuales, la vida será no sólo cada vez más fracturada sino más conflictiva y violenta.
La Universidad, en este sentido, tiene el desafío de generar nuevas dinámicas al interior de su propio claustro, que superen toda fragmentación del saber y estimulen a una verdadera universitas”.
TESTIMONIO
Isabel Díaz, secretaria de la Escuela de Odontología de la UC | mdiazva@uc.cl
«Apenas recibí el correo de la Pastoral, me inscribí para participar en la visita del Papa. Como no me contestaron de inmediato, le escribí al Arzobispado de Santiago; al día siguiente, me ofrecieron ser coordinadora. Acepté feliz todo lo que viniera. Para mí fue una bendición ser parte de la organización de las actividades de este gran evento, antes y durante la visita de Su Santidad. Fui partícipe de su llegada como guardia papal, en camino a la nunciatura y en la misa masiva del parque O’Higgins y, como coordinadora de funcionarios de la Pastoral, me asignaron un lugar privilegiado en la casa central.
Lo que más me gustó y llamó la atención de su discurso fue: “Estoy muy contento de estar junto a ustedes (…). He sabido con alegría del esfuerzo evangelizador y la vitalidad alegre de su Pastoral universitaria, signo de una Iglesia joven, viva y ‘en salida’. Las misiones que realizan todos los años en diversos puntos del país son un punto fuerte y muy enriquecedor”.
Muy informado de las actividades universitarias. “Que el Espíritu Santo nos guiará en nuestros pasos”. Nosotros estábamos contentos de recibir su bendición y nos pidió que rezáramos por él, con actitud muy humilde.
Ahora pienso en la alegría que debió sentir Aurora Agurto Viguera, cuando el Papa le dio la bendición. Ella fue secretaria de esta universidad y alcanzó a cumplir 29 años de servicio. Quiero destacar que fue muy querida por sus superiores y compañeros y hoy se encuentra gozando junto a nuestro padre Dios».