Las diversas manifestaciones por la igualdad de género y en contra de la violencia y la misoginia son una muestra del actual proceso de transformación social que busca la revalorización de la mujer. La Iglesia no puede ser indiferente ante tales reivindicaciones, pues plantean profundas preguntas que la desafían y que no se pueden eludir superficialmente, tal como lo plantea S.S. Francisco 1. Un camino útil ante este escenario parece ser una revisión de la santidad femenina, pues en la historia ha habido mujeres que han destacado no solo por su fe sino también por sus formas de ser y pensar. Muchas de sus historias se han convertido en ejemplos inspiradores para el feminismo, puesto que lideraron procesos de cambio en estrecha vinculación con su realidad y contexto. Aun cuando vivieron en tiempos muy distintos, sus ideas y acciones marcaron precedentes en la Iglesia y la humanidad.
La igualdad de derechos entre hombres y mujeres, defendida por los movimientos feministas, históricamente ha sido pasada por alto. Por lo mismo, han tenido que surgir, a nivel mundial y en distintos periodos, diversos grupos sociales que buscan la reivindicación de la mujer. Ya lo expresaba San Juan Pablo II en 1995, con su “Carta a las mujeres”, en la que después de un largo listado de razones para agradecer, les pedía perdón: “Dar gracias no basta, lo sé. Por desgracia somos herederos de una historia de enormes condicionamientos que, en todos los tiempos y en cada lugar, han hecho difícil el camino de la mujer, despreciada en su dignidad, olvidada en sus prerrogativas, marginada frecuentemente e incluso reducida a esclavitud. Esto le ha impedido ser profundamente ella misma y ha empobrecido la humanidad entera de auténticas riquezas espirituales […] lo siento sinceramente”.
En esa línea, hoy existe un consenso global sobre la necesidad de revalorizar a la mujer en distintos contextos. En el caso de la Iglesia, una importante vía para lograrlo es recordar algunos ejemplos de “santas” que han destacado por su entrega en el amor, promoviendo así sus historias, su pensamiento y sus acciones. En ese intento, el papa Francisco valora que “aún en épocas en que las mujeres fueron más relegadas, el Espíritu Santo suscitó santas cuya fascinación provocó nuevos dinamismos espirituales e importantes reformas en la Iglesia”.2
La santidad actual
Para responder a los desafíos de hoy, Francisco exhortó a todos los cristianos a vivir la santidad a través del amor y el testimonio en sus ocupaciones diarias3. Al respecto, la teóloga Gwendolyn Araya Gómez hace mención a que la Iglesia cuenta con reconocidas santas que han reflejado este amor en el compromiso con “necesidades concretas de su época, sin estar enajenadas de ella”. Asimismo, explica que “la conexión con Dios y su amor se verifica en el amor a los demás”, y aclara que “esta noción [la santidad] puede ser nociva si se la entiende como un modelo de conducta ética” pues, como aconseja el Papa, cada persona debe buscar su propio camino de santidad en medio del contexto que le toca vivir, sin tratar de imitar exactamente las formas de otros4.De esta manera, los modelos de santidad, cuyo reconocimiento está reglamentado (ver figura 1) sirven como un testimonio para motivar y estimular a llevar una vida cercana a Dios, quien es el gran modelo de santidad.
La importancia de lo femenino en Latinoamérica
Entre todos los modelos de santidad, cobra especial importancia para nuestro continente el de la figura femenina. Ello se debe a que —asociada a la maternidad— es más cercana a las personas latinas, reafirmando el hecho de que es difícil separar la fe de la cultura. En Chile, por ejemplo, existe el concepto del guacho para denominar a un hijo criado por una madre soltera. “Si promueves la idea de que Dios es padre, pero la figura del padre no es positiva, es difícil vincularse desde ahí”, explica la teóloga Araya. Por eso la imagen de la madre es muy importante en Latinoamérica y se ve reflejada en la fuerte devoción popular hacia la Virgen María, incluso más allá del catolicismo.
No mujeres ordinarias, sino extraordinarias
No obstante la importancia de lo femenino en la fe católica, pareciera que la mujer ha sido relegada a espacios de menor protagonismo en la Iglesia. Para Esther Gómez de Pedro, doctora en Filosofía y cruzada de Santa María, “no hay que pensar que en la Iglesia la única posibilidad de desempeñar un papel importante es siendo sacerdote, pues hay muchísimas otras tareas y funciones. Basta recordar casos como el de Hildegarda de Bingen, quien protestaba enérgicamente ante los obispos y el mismo Papa, o Catalina de Siena y Brígida de Suecia”. Sobre el poder asociado al sacerdocio, Gómez indica que “existe un problema jurídico: el de la jurisdicción, es decir, el hecho de que, según el derecho canónico, la facultad de tomar decisiones jurídicamente vinculantes va unida al Orden Sagrado”5 . Al respecto, Francisco ha señalado que existe un “gran desafío para los pastores y para los teólogos, que podrían ayudar a reconocer mejor lo que esto implica con respecto al posible lugar de la mujer allí donde se toman decisiones importantes, en los diversos ámbitos de la Iglesia”6. A lo largo de la historia de la Iglesia abundan ejemplos de mujeres que sirven de testimonio para abordar estos desafíos. Por ello, se hace necesario dar a conocer profundamente la vida de estas mujeres valientes, líderes y talentosas, cuya fe y actos las han llevado a ser reconocidas en todo el mundo como testimonio vivo de santidad, sobre todo en tiempos en que pueden servir de renovación para la misma Iglesia. 7
EJEMPLOS DE SANTIDAD FEMENINA 8
La siguiente clasificación se inspiró en el registro de la periodista Mariana Grunefeld9 publicado en su libro Alma y voz chilena, que recoge la geografía física y espiritual de la mujer de Chile.
MUJER ALMA DE BÁLSAMO
Es aquella que se conmueve con el dolor ajeno, la que no se queda inmóvil y sale al encuentro de la persona. Ella acude sin juzgar ni criticar, suavizando y allanando el camino. Lo que no quiere decir que la mirada femenina sea simple, todo lo contrario: como ella es integral, ve el cuerpo y todas las aristas del alma. No le interesan las soluciones rápidas y fáciles, sabe que los procesos son largos, difíciles, y tiene especial capacidad para acompañarlos y seguirlos.10
María Magdalena (siglo I): apóstol de los apóstoles
Fue una de las mujeres que acompañó a Jesús. Le fueron quitados siete espíritus. Estuvo junto a él al pie de la cruz y aparece en todos los evangelios como la primera testigo de su resurrección. La discípula es parte fundamental del anuncio de la buena noticia que luego los apóstoles portaron y con el cual fundaron las primeras comunidades cristianas. En las últimas décadas, los pontífices han redimido su figura de santidad como ejemplo para la Iglesia. Pablo VI le eliminó el adjetivo “penitente” del calendario litúrgico; Juan Pablo II habló de ella como “apóstol de los apóstoles” —nombrada así por santo Tomás de Aquino—, y el Papa Francisco elevó su memoria a fiesta, que se celebra el 22 de julio.
Isabel de Hungría (siglo XIII): el poder del servicio
Siempre le gustó rezar y realizar prácticas caritativas. A los 16 años, se casó con Luis de Turingia-Hesse, quien nunca se quejó de que diera limosnas a los súbditos más pobres y asistiera diariamente a los enfermos. Cuando Luis murió, Isabel abandonó el castillo y, sufriendo diversas hostilidades, recibió el hábito de la Tercera Orden de San Francisco. Aprovechó lo que tenía de su herencia para construir un hospital franciscano en Marburgo. Consumida por la caridad, Isabel murió, al parecer, de cansancio físico a los 24 años.
Rosa de Lima (siglo XVI): fortaleza en la debilidad
La primera santa de América conoció el sufrimiento de los indígenas trabajando la tierra y siendo costurera. Ahí comenzó a cuestionar la contradicción entre el maltrato a este pueblo y la predicación de la cruz. Profesó como terciaria dominica, igual que su admirada Catalina de Siena. Con ayuda de su hermano, construyó una ermita y vivió dedicada a la oración y la penitencia. En esos profundos momentos tenía visiones y, en el éxtasis, aceptó el llamado de Cristo a ser su esposa mística. Durante su triste y larga enfermedad, oraba: “Señor, auméntame los sufrimientos, pero auméntame en la misma medida tu amor”.
MUJER ALMA DE ESCUDO
Cuida, resguarda y, si es necesario, pelea por los suyos y por los valores y sueños en los que cree. Idealista, es entregada, generosa, arriesgada y valiente. Generalmente su misión es amplia, abarcadora, con vistas a beneficiar a muchos, especialmente a quienes más sufren. Su lucha parte porque ha conocido a alguien afectado y se ha conmovido o porque ella misma padece de una necesidad y quiere satisfacerla como un paso cierto de justicia y de seguridad para los que ama.
Mónica de Tagaste (siglo IV): santidad en la perseverancia
Tras un largo camino de búsqueda espiritual, desórdenes y conversión —en el que Mónica fue esencial al interceder y rogar con lágrimas durante 9 años—, Agustín, el más conocido de sus tres hijos, llegó a ser obispo de Hipona. El carácter caprichoso y rebelde de Agustín le valió infinitos dolores, pero con ayuda de Ambrosio de Milán, logró convertir a su hijo en Roma. La santa enfermó y murió en el puerto de Ostia con el consuelo y dicha de haber intercedido por su hijo ante Dios, pues enfrentó con valentía las adversidades de su vida, abrazando con perseverancia la cruz y aferrándose abnegadamente a la oración.
Catalina Tekakwitha (siglo XVII): fidelidad a su pueblo y al Evangelio
Esta indígena es uno de los frutos más importantes de la evangelización en América. Fue la única sobreviviente de su familia a la viruela. A pesar de la oposición de su tío, de la mano de un misionero jesuita conoció la fe cristiana y fue bautizada, pasando rápidamente a ser una enamorada de Cristo. Correspondió diariamente a la pasión del Señor siendo dulce y afable con todos, pero esta devoción la convirtió en objeto de burlas y persecución entre los suyos y tuvo que huir, asentándose cerca de la actual Montreal, donde vivió con un ardiente amor hacia su pueblo, enseñando oraciones a los más pequeños, cuidando de los ancianos y enfermos, asistiendo a misa y adorando al Santísimo Sacramento. Enfermó gravemente y murió confesando este amor por Jesús.
Gianna Beretta Molla (siglo XX): la vida se recibe para ser donada
Vivió de manera intensa la fe recibida por sus padres, a quienes perdió a los 16 años durante la guerra. Se entregó asiduamente a la comunión y la confesión, y durante sus años universitarios intensificó esta vida a través de diversos apostolados. Se convirtió en pediatra para atender a los niños más pobres y las embarazadas. Se casó con Pietro Molla y tuvieron tres hijos. En su cuarto embarazo le diagnosticaron un fibroma en el útero, lo que ponía en riesgo la vida de su guagua. Gianna se ofreció a la divina Providencia y la operación fue un éxito. Sin embargo, antes del parto, volvió a tener complicaciones y, nuevamente, su intención fue salvar la vida de la criatura, confiando en la Providencia. La víspera del día de la Divina Misericordia, nació su hija y por causa de una peritonitis séptica, la santa murió.
MUJER ALMA DE PRISMA
Capta la luz. Llegan a ella y recibe los destellos a veces invisibles que transforma en arcoíris de colores. Este valor femenino tiene un ojo especial para el misterio que está más allá y más acá. Ella no necesita medir, pesar ni tocar para creer que algo existe. El prisma se relaciona con el espejo, un símbolo antiquísimo en la filosofía, el espejo a través del cual se refleja todo lo que existe; con el que el Creador puede reconocerse en las cosas y en las personas.
Hildegarda de bingen* (siglo XI): profecía y sabiduría medieval
Escribió sus visiones divinas expresando su conocimiento en la teología dogmática y moral. Compuso obras de uso litúrgico, entre ellas Ordo Virtutum, una de las piezas musicales más peculiares y notables de la música medieval. Exploró los campos de la botánica y la medicina. En sus obras Physica y Causa et Curae, sistematizó las aplicaciones terapéuticas de variadas hierbas, describió numerosas enfermedades y caracterizó el funcionamiento del cuerpo humano, siguiendo la teoría medieval de los humores. También escribió sobre teología, política, espiritualidad monástica, consejos, hagiografías, una explicación de la Regla de San Benito y creó la Lingua Ignota, al parecer la primera lengua de su tipo en la historia.
Teresita del niño Jesús* (siglo XIX): la ciencia del amor
A los 14 años se acercó espiritualmente a un reo ateo condenado a muerte y lo acogió con entrañable amor en sus oraciones. Esta fue su primera conversión a un pecador. Comenzó a vivir para “salvar almas y rezar por los sacerdotes”. En el claustro descubrió el “caminito” a la santidad a través de la pequeñez. En 1896, enfermó y junto con ello vino la “noche de la fe”, cuando se cuestionó si merecía la vida eterna —”Mi cielo es sonreír al Dios que adoro cuando trata de ocultarse a mi fe”—. Negándose a ceder ante este miedo a la nada, multiplicó los actos de sacrificio, pero la oscuridad persistió hasta su muerte. Sus últimas palabras fueron: “Jesús, te amo”. Juan Pablo II se refirió a ella como experta en la ciencia del amor, porque combinó la profundidad de su doctrina espiritual con la entrega amorosa a los más pequeños y sencillos.
Teresa de los Andes (siglo XX): anhelo de eternidad
Nació en Santiago de Chile. En 1919, ingresó al monasterio de las Carmelitas Descalzas en Los Andes. Sus meses de noviciado bastaron para experimentar en profundidad el amor del Señor. En ese proceso, enfermó de tifus e hizo su profesión religiosa in articulo mortis. Murió en la tarde del 12 de abril, entregándose al Padre con serenidad y confianza. En sus escritos se percibe su santidad: allí expresó su insondable vida espiritual y la madurez de esta búsqueda. Comprendió su relación con Jesús como un amor esponsal, deseando unirse íntimamente con él. De este modo, se unió a otras santas teresianas que han mantenido su lámpara encendida velando al novio: Teresa de Ávila, Teresa de Lisieux, Teresa Benedicta de la Cruz; todas experimentaron el gozo de las bodas místicas del Cordero.
- Reportaje basado en la investigación “Palabra e imagen: Hagiografías de los santos patronos de la Pontificia Universidad Católica de Chile”, liderada por Federico Aguirre, quien buscó representar a los patronos a través de hagiografías.
Notas
- Evangelii gaudium, Cf. n104.
- Papa Francisco, Exhortación apostólica Gaudete et exsultate sobre el llamado a la santidad en el mundo actual, 2018, pág. 10.
- Ibíd., pág. 3.
- Íbíd., pág. 9.
- Cf. “La alegría de servir”, entrevista concedida por el papa Benedicto XVI a Radio Vaticana y a cuatro cadenas de televisión alemanas el 5 de agosto de 2006. L´Osservatore Romano, ed. lengua española, 25 de agosto de 2006, N° 34, pág. 7.
- Evangelii gaudium Cf. n104.
- Iglesia católica, Catecismo de la Iglesia católica, Vaticano: Librería Editrice Vaticana, (CL 16, 3) (Catecismo 828).
- Estas pequeñas reseñas fueron escritas por el lincenciado en Historia de la UC Jorge Álvarez, experto en Historia Antigua y estudioso de las santas y la Biblia.
- Grunefeld, M., Alma y voz chilena,
Nueva Patris, 2010 - Íbid., pág. 76.