La obra visual de la artista chilena Violeta Parra, compuesta por arpilleras, óleos y cuadros en papel maché, es un testimonio de su compromiso con la justicia. En 1959, tras un largo periodo de reposo a causa de una hepatitis, Violeta comenzó a bordar, pintar y modelar la greda, desarrollando su trabajo visual en paralelo a su obra musical y poética.
Las temáticas de su obra son diversas: abarcan desde escenas de la vida cotidiana del mundo popular hasta episodios de la historia de Chile. Con atención a los sectores sociales desfavorecidos, de los cuales también provenía, la artista dedicó gran parte de su obra plástica, en especial sus pinturas, a la denuncia y la crítica social. Sus pinturas plasman el “punto triste y oscuro de la vida”1, en ellas aludió a la guerra, al abuso de poder y la injusticia. En óleos como “Prisionero inocente” y “Mitin 2 de abril”, ambos de 1964, aborda visualmente su compromiso con los derechos humanos y la justicia.
Durante la dictadura militar chilena, parte de su legado artístico estuvo en riesgo por su contenido político explícito. Para proteger sus obras se activó una red solidaria e internacional, siendo resguardadas en La Habana, Cuba, por Haydée Santamaría, directora de Casa de Las Américas. Posteriormente, las obras viajaron a París, donde Isabel Parra, hija de la artista, las protegió en su hogar. En este sentido, es posible advertir que la creación artística de Parra cuenta con una biografía propia marcada por el exilio, el deterioro, el paso del tiempo y los esfuerzos por su conservación.
En Casa Violeta Parra, espacio de exhibición de las obras de la artista, ubicado en el Campus Oriente, es posible apreciar esta valiosa colección, que forma parte del patrimonio cultural de una de las artistas chilenas más relevantes del siglo XX.