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Habitar la calle: el problema humano más allá de lo urbano

Más allá del respeto que debemos sentir por cada ser humano y toda la creación, estamos llamados a valorar su existencia, abriendo oportunidades que otorguen mayor libertad y respondan a su dignidad. En Chile hay casi 20.000 personas que viven en situación de calle y, según el Informe de Desarrollo Social 2021, el problema específico de este grupo es la indiferencia de la sociedad que se ve reflejada en la falta de valoración, el maltrato, el abandono y la discriminación.

Afuera de un supermercado, en Portugal con Diagonal Paraguay, Santiago Centro, vive Eduardo (49) en una carpa tan quemada por el sol que se deshace de tocarla: “Esta es de un amigo que me recibió; la mía se la llevaron los de la muni”, lamenta. Después de 13 años de vivir en la calle, Eduardo está aburrido: “Me quiero ir de aquí, porque no me gusta la soledad, me apesta; me va a dar depresión y me puedo enfermar. He pasado muchas cosas y he sufrido mucho”.

Una realidad dolorosa

La situación de calle (SdC) se plantea como una cultura alternativa, compleja y sinérgica en su naturaleza, que implica dificultades de carácter multidimensional. Además de un dilema social es un grave problema de salud mental, llegando a observarse en esta población altas tasas de abuso de sustancias y trastornos como la esquizofrenia y la bipolaridad1.

Según la Política Nacional de Calle del Ministerio de Desarrollo Social de 2014, la “persona en SdC” es toda aquella que pernocte en lugares públicos o privados, sin contar con una infraestructura que pueda ser caracterizada como vivienda, que tenga cualquier edad, que haya roto en forma definitiva los vínculos con su familia y que haga de la calle su espacio permanente de vida.

En la Fundación Nuestra Calle conocieron el caso de Eduardo y organizaron una colecta de Navidad para ayudarlo a salir de ahí: “Ayer vino la niña. Hay plata, pero muy poca, así que lo alargaron hasta marzo. Le dije que no quiero que me pase la plata, quiero que ella vaya conmigo a pagar un arriendo o a comprar material, para que se sienta bien. Es para salir de aquí. No toda la gente que vive en la calle es mediocre”.

Para hacer frente a dificultades como el maltrato, la discriminación y la exclusión social que padecen, el Ministerio de Desarrollo Social ha reconocido a las personas en SdC como una prioridad para su acción, creando en 2011 la Oficina Nacional de Calle y en 2014 la Política Nacional de Calle para “contribuir a la inclusión social de las personas en SdC, revirtiendo los prejuicios y conductas discriminatorias hacia este grupo de la población, y reconociendo sus derechos y aptitudes para superar la SdC, mediante el despliegue de estrategias, acciones y compromisos intersectoriales con quienes viven o podrían llegar a vivir en SdC”2.

Para el director de integración de personas en SdC del Hogar de Cristo y profesor de la Escuela de Trabajo Social de la UC, Andrés Millar, este es el grupo más postergado de toda la sociedad: “En los catastros aparecen siempre las personas que viven en campamentos, los allegados y los hacinados, pero las personas en SdC son invisibles para la política social”. Según el experto, “para el Ministerio de Vivienda y Urbanismo (MINVU) el problema de calle es un tema de desarrollo social y no han entendido que es el principal problema al que deben apuntar”.

«MI JEFA ME PREGUNTÓ SI VIVÍA EN LA CALLE, PORQUE SE NOTABA (…) AL DÍA SIGUIENTE, ME DIJO QUE NO ME RENOVABAN EL CONTRATO».

Toda persona, como miembro de la sociedad, tiene derecho a la seguridad social y a obtener, mediante el esfuerzo nacional y la cooperación internacional, los recursos de cada Estado, la satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales indispensables a su dignidad y al libre desarrollo de su personalidad3. El papa Francisco dice en Fratelli tutti que a pesar de que alguien sea poco eficiente o tenga limitaciones, su dignidad de persona humana no se fundamenta en las circunstancias, sino en su valor intrínseco, y asevera que cuando este principio elemental no queda a salvo, no hay futuro ni para la fraternidad ni para la sobrevivencia de la humanidad4.

Cambiar la mirada

Millar expone que tenemos múltiples desafíos como país en torno al tema, pero el reconocimiento de las personas en SdC es de los más urgentes. El académico recuerda que en el Documento de Puebla los obispos señalaron un paradigma que usamos poco y es que, como buenos cristianos, deberíamos tener la posibilidad de ver, juzgar y actuar en la realidad, pero nos encontramos con un obstáculo: “La categorización social impide ver a la gente que vive en situación de pobreza; actualmente, hay una mirada peyorativa y discriminatoria hacia ellos. Reacciones lamentables como la de los habitantes de Iquique hacia los inmigrantes en SdC son xenófobas, pero eso también tuvo que ver con la respuesta tardía, lenta y mala del Estado chileno, que no ha avanzado más allá del sistema de protección social instalado en el primer periodo de Bachelet, y eso afecta a todos los grupos más discriminados, incluyendo privados de libertad, las personas en situación de discapacidad y las minorías sexuales”.

Eduardo estuvo 10 años en la cárcel: “Cuando salí era todo nuevo, hasta el Transantiago. Mi familia me cerró las puertas y no hallaba dónde estar ni qué hacer y me quedé en la calle con un muchacho que me dijo que me iba a acostumbrar. Al día siguiente, me sentía cochino por haber dormido en la calle y esa sensación me duró una semana, aunque todavía me molesta, porque soy muy higiénico”, relata mientras organiza ropa y cachureos que le regalan para vender. Mientras conversa, vende un par de bototos nuevos, una cartera, y es consultado unas cuatro veces por un bajo eléctrico que está en el suelo, sobre una manta, rodeado de peluches, zapatos, poleras y otros accesorios: “¡Lo tengo a gamba!”, le contesta a un taxista que le pregunta desde la avenida. “Este me lo pasan para que lo venda, así que me llega una comisión, no más”, explica en voz baja.

Un techo seguro, protegido y propio

Otra urgencia respecto de la SdC tiene directa relación con la vivienda. En esa línea, el Hogar de Cristo está trabajando junto a la Comunidad de Organizaciones Solidarias para crear una norma para la nueva Constitución en relación con las condiciones mínimas de vida: seguridad y protección social, certeza económica y salud. “En Chile faltan más de 600 mil viviendas que hay que cons- truir ahora, y en un año se construyen 20 mil, o sea, es necesario un cambio paradigmático de todo el MINVU para enfrentar el tema de manera eficiente, no un cafecito y una conversa amistosa —en esto soy más duro—, (…) la mayoría ni mira a las personas que viven en la calle, pero está lejos de la solución real”, argumenta Millar.

Cerca de Eduardo, en Portugal con Marcoleta, entre un kiosquito y un árbol que protegen del sol y del frío, viven Juan (26) y Guillermo (29) en una carpa para una persona. Juan es de Valdivia, pero cuando sus padres se separaron toda la familia quedó dispersa. Trabaja lavando y estacionando autos, acarrea bolsos o carros y, si tiene que pedir plata, lo hace: “Una vez hasta un paco me dio una luca; hay harta gente que nos quiere, que nos traen pollito asado, comida venezolana”.

Guillermo, por su parte, es porteño. Se enteró por Facebook de que su abuela, la mujer que lo crio, había muerto hacía un mes: “Voy a tener que ir a despedirme a su tumba. Estuve mal seis meses, se me paró el mundo, ni siquiera me llamaron para avisarme. Ahí estuvo el Juancito cuando me daba la locura, tuve crisis de pánico y me rompía la cara. Dice que gracias a Dios ha aprendido a sobrellevar el dolor, pero Juan lo interrumpe para sentenciar que todavía no lo supera.

El programa Housing First del MINVU declara que la base de cualquier medida es un piso básico, ¿cómo se sigue un tratamiento de alcohol y drogas si es muy difícil pasar una noche con frío sin tomar alcohol o estar con un grupo de personas con quienes el consumo facilita la sociabi- lidad? “A la gente la matan en la calle; en cuarentena nos tocó denunciar situaciones de agresión de carabineros y militares que tenían el control en periodos de excep- ción, los municipios les queman sus cosas y las tiran a la basura, en vez de hacer programas de entendimiento y mediación en los barrios para que las comunidades puedan convivir con las personas en SdC en sus territorios, porque no tienen otro lugar donde estar”, denuncia Millar. En 2020, el plan Protege Calle ofreció 3.300 camas y se ocupó el 80%, en 2021 bajó a 70%: “Las personas en SdC no necesitan albergues, porque son masivos, incómodos, tienen que convivir con otras personas, tienen que seguir reglas, como levantarse temprano, y prefieren quedarse tranquilos en su espacio”.

Eduardo con sus cachureos a la venta en el barrio San Borja.

Cuesta acercarse a quienes viven en la calle, por miedo —sobre todo en una pandemia—, por desconocimiento, porque la mayoría de las personas no se sienta a conversar porque sí con otras. Bajo este parámetro, cobra sentido el proyecto para transformar la casa de acogida Buen Pastor5, desarrollado por un equipo de la Escuela de Arquitectura de la UC, “cuya orientación es promover la rehabilitación de edificaciones existentes, extendiendo su ciclo de vida, mejorando sus condiciones de habitabilidad y consolidando el tejido social que hay en barrios vulnerables de la ciudad”, plantea Diego Grass, arquitecto y parte del equipo. Este es el único refugio en Quinta Normal y uno de los pocos del sector poniente de Santiago. Es un lugar pequeño que alberga a 30 personas, 4 de ellas mujeres. Dado su limitado espacio no alcanza a cubrir la demanda, que aumenta en invierno. Por eso, el desafío del proyecto es transformar los espacios existentes del albergue y ampliarlos, tanto para mejorar la espacialidad como la calidad de vida de las personas que residen en él.

Con la remodelación del espacio se pretende reordenar el lugar y dar nuevos programas, como más espacios flexibles en su utilización, dependiendo del tipo de persona y actividad que se requiera en ese momento y, además, una ampliación en altura de estructura liviana —metal o madera— que permita espacios más amplios para dormir, comer, descansar y pasar tiempo de ocio, junto con generar nuevas relaciones entre el espacio público, el patio interno y el edificio, ofreciendo, por primera vez en una residencia, vistas hacia el exterior. “Creemos que es muy importante que el nuevo albergue, además de favorecer el encuentro entre personas en SdC, se abra al resto de la comunidad, al barrio y sus vecinos; un lugar donde se puedan realizar distintas actividades y donde las personas que viven allí puedan sentirse parte e integrados a la sociedad”, destaca Francisco Chateau, profesor de la Escuela de Arquitectura UC y responsable de la investigación.

Ni a sus espaldas ni delante, sino juntos

Una tercera urgencia para trabajar el tema es ampliar y mejorar los servicios de salud preventiva, de tratamientos de alcohol y drogas, y rehabilitación, poniendo a las personas en el centro. La metodología más recomendable es la gestión de casos, que implica un acompañamiento personaliza- do. Millar plantea: “Hay uno (servicio de salud) por región destinado a 15 personas, y tenemos 20 mil en SdC, probablemente la mitad con consumo problemático. El consumo tiene que ver con situaciones traumáticas, en las que perdieron su red de apoyo, y eso se intensifica viviendo en la calle, donde el alcohol y las drogas podrían considerarse un factor protector en tanto evitan el dolor. Sin un tratamiento adecua- do, especializado y una red de apoyo es imposible salir adelante”.

Juan y Guillermo llegaron a trabajar desde San Antonio apenas dos días antes de que comenzara la pandemia: “Pensamos que íbamos a vivir en la calle uno o dos meses y vamos para los dos años”. A Guillermo le gusta trabajar en el barrio alto, porque dice, riéndose, que la gente es más tranquila y ABC1 como él. “Lo más abajo que trabajé fue en Maipú, para P&G. Dos días antes de que me renovaran el contrato, mi jefa me preguntó si vivía en la calle, porque se notaba; yo creo que era por la ropa, porque lavarla a mano no es lo mismo que en la lavadora. Al día siguiente, me dijo que no me renovaban el contrato. Quedé trancado ese tiempo y durante tres meses no quise trabajar. En vez de dar apoyo para que uno pueda superarse, te ponen la pata encima y te tiran para abajo”.

Respecto de la convivencia en la calle, Juan dice que hay que hacerse amigos: “Hay lugares donde podemos ir a tomar un tecito, calentar comida”, Guillermo interviene: “El odio está en todos lados, por eso Dios nos manda todas estas enfermedades. Para mí, son castigos, porque la gente ha perdido el sentido a la vida, consumida por la vanidad del mun- do, haciéndonos cada día personas más frías y secas. Vale más lo que vestimos y tenemos que escuchar a una persona y ser empáticos; yo soy una persona igual que tú. ¿Qué vas a ser el día de mañana? Te van a comer los gusanos y, en un año, vas a ser puro polvo, el mismo polvo que está aquí en la vereda, al que le hacen asco. Creernos superiores a los demás no tiene sentido. Yo antes era igual que esa gente: nunca me faltó nada, gracias a Dios tuve una muy buena vida, pude estudiar tres veces, pero fui muy arrogante y soberbio; la vida te va enseñando cuando no quieres aprender solo”.

Dignificar la muerte

El papa Francisco resalta en Fratelli tutti que para caminar hacia la amistad social y la fraternidad universal es esencial reconocer cuánto vale una persona siempre y en cualquier circunstancia: “Si cada uno vale tanto, hay que decir con claridad y firmeza que ‘el solo hecho de haber nacido en un lugar con menores recursos o menor desarrollo no justifica que algunas personas vivan con menor dignidad’. Este es un principio elemental de la vida social que suele ser ignorado de distintas maneras por quienes sienten que no aporta a su cosmovisión o no sirve a sus fines”6.

MAUSOLEO DIGNIDAD: espacio en el cementerio general donde yacen los restos de personas que vivieron en situación de calle.

También desde la Escuela de Arquitectura UC se desarrolló otro proyecto, esta vez en colaboración con la Fundación Gente de la Calle, que busca honrar la memoria de personas que no vivieron en las mejores condiciones: el Mausoleo Dignidad7 en el Cementerio General de Santiago. Este edificio va mucho más allá que suplir una demanda o un déficit: la arquitectura funeraria es un espejo de la arquitectura de quienes aún vivimos. A manera de ejemplo, los mausoleos egipcios respondían directamente a las tipologías de viviendas contemporáneas del momento; vale decir, si en un principio sus tumbas tuvieron la silueta circular de sus chozas, una vez que las viviendas tomaron formas ortogonales en base a mampostería, también lo hicieron sus mausoleos. Siguiendo este argumento, ¿cuál es la forma apropiada para un monumento funerario de alguien que no tenía casa?, ¿sería la forma de donde habitaba, la calle?, ¿la forma de la casa que le hubiera gustado tener?, ¿o debemos diseñar para estas personas de la misma forma que para cualquier otra, sin distinciones? Estas preguntas abren un sinnúmero de posibilidades de proyecto, respondiendo a una de las interrogantes fundamentales de la arquitectura, olvidada en estos tiempos: cómo habitar la muerte.

El Mausoleo Dignidad, más que avanzar en el conocimiento de la arquitectura funeraria, lo revitaliza y reposiciona como una pregunta trascendental que atañe a cada una de las personas en este mundo, independientemente de su credo u origen. Este reposicionamiento se logra desde una situación límite, como lo es la muerte de una persona que tuvo una vida muy difícil en la calle. Es una construcción pionera: el primer y único mausoleo dedicado exclusivamente a la gente en SdC. “Estamos tocando territorio nuevo, tanto para Chile como para el resto del mundo”, declara Diego Grass, impulsor del proyecto.

Podemos no llegar a comprender la complejidad de la SdC, pero el reconocimiento nos hace ver al otro y juzgar su situación, lo que nos lleva a la acción y, aunque tengamos diferencias con ese otro, podremos actuar movidos y conmovidos por el solo hecho de haberlo conocido.

Notas

  1. Varios autores, Cuadernos médico-sociales, salud en personas en situación de calle. “Significados que una persona en situación de calle atribuye a sus elecciones ocupacionales en base a su experiencia en un Programa Calle”, N° 2, 2020, pág. 49.
  2. Véase https://www.gentedelacalle.cl/situacion-de-calle-y-derechos-humanos/.
  3. Artículo Nº 22 de la Declaración Universal de Derechos Humanos.
  4. Papa Francisco, Carta encíclica Fratelli tutti, Asís, 3 de octubre de 2020, N° 107.
  5. Proyecto financiado por el XVII Concurso de Investigación y Creación para Académicos, organizado por la Dirección de Pastoral y Cultura Cristiana de la Vicerrectoría de Investigación de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Autores: Francisco Chateau Gannon, Thomas Batzenschlager, Diego Grass Puga, Maira Vega Plaza.
  6. Papa Francisco, Carta encíclica Fratelli tutti, op. cit., N° 106
  7. Proyecto financiado por el XVI Concurso de Investigación y Creación para Académicos organizado por la Dirección de Pastoral y Cultura Cristiana de la Vicerrectoría de Investigación de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Investigador responsable: Luis Eduardo Bresciani Lecannelier, profesor de la Escuela de Arquitectura. Para la ceremonia de la primera piedra, véase https://www.youtube.com/watch?v=1vNYs6ZSdJQ&t=96s.

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