« Es muy preocupante si los niños y niñas de hoy no están aprendiendo su lengua, pues si desaparece, se irá una filosofía de vida, una manera diferente de nombrar el mundo y de contemplar la vida »
“En mi misma tierra parecen extrañas mis palabras
Parece extraño mi nombre y parece extraño tu nombre”.
El mapudungun es una lengua milenaria y propia de esta tierra, sin embargo, cuando pronunciamos sus palabras, parecen nuevas y extrañas frente a un porcentaje importante de la sociedad chilena. Es preciso, entonces, comprender que lo normal de una sociedad es reconocer su pluralidad cultural y lingüística y mirarnos con horizontalidad.
La historia y la memoria tendrán que abrazarse para reconocerse y reconocernos. El mapudungun es de aquí, vive aquí, es el habla de la tierra y es la tierra que habla a través de los árboles más antiguos que reclaman su existencia. La naturaleza siempre nos invita a contemplarla y contemplarnos. Hablan las aves, el agua, el viento. Así se expresa en el mundo mapuche, así nos enseñaron abuelos y abuelas. La tierra es más que el espacio físico: la tierra es la que nos hace ser y sentirnos enraizados. Respiramos nuestra identidad.
Junto a la tierra vive nuestra lengua, el mapudungun, para decir lo que pensamos, soñamos y sentimos, con amor y dolor al mismo tiempo, en equilibrio. Así ha sido gran parte de nuestra historia, luchando frente al exterminio, a la negación y a la asimilación cultural.
Es preciso validarnos entre seres humanos y reconocer los infinitos saberes de los pueblos originarios. La humanidad se engrandece cuando se distancia de los prejuicios y observa cuánto puede aprender del otro. La lengua es un elemento poderoso de aprendizaje, pues ella es la que vehicula los saberes de la cultura de pertenencia; por eso existen las lenguas y por eso las traducciones literales no se observan. Cada palabra es un mensaje cargado de emociones. En el mapudungun hay diversos ejemplos. Tenemos nuestro saludo, mari mari, que significa “la unión de mis diez hermanos con tus diez hermanos”. La palabra pewkayal, que utilizamos para despedirnos, se describe como “otra vez nos volveremos a encontrar”. La palabra peñi se interpreta como “me encontré a mí mismo o me encontré con otro igual a mí”. Para preguntar “¿Cómo estás?” decimos chumleymi am, lo que se interpreta como “¿Cómo está tu espíritu?”. Nos interesa, en definitiva, la profundidad del ser humano.
Frente a lo anterior, en el mapudungun, como en todas las lenguas del mundo, existen los planos instrumentales de la lengua, la comunicación coloquial y la comunicación en un nivel más profundo, formal, literario y espiritual. Este último plano de dominio lingüístico lo poseen los kimche, kollagtufe, wewpitufe, dungu machife, machi, ngillatufe, personas capaces de trascender con su lenguaje en las dimensiones espirituales.
Actualmente, el mapudungun se desarrolla en todos estos niveles, pero es necesario revitalizar la lengua y posicionarla en la comunicación. Es muy preocupante si los niños y niñas de hoy no están aprendiendo su lengua, pues si desaparece, se irá una filosofía de vida, una manera diferente de nombrar el mundo y de contemplar la vida. La educación abre una puerta a la enseñanza y al aprendizaje de las lenguas, pero se tiene que construir de manera holística, más allá de las horas de clases. Es la sociedad la que tendrá que reaprender, sensibilizarse y ofrecer una actitud positiva frente al aprendizaje. Nuestras palabras y nombres requieren el presente.
ÜY
Kakekününgi, niefuiñ üñüm üy, kulliñ üy ka kura üy
anümka ka rayen chew taiñ choyünmew,
ko üy niefuiñ, fotra ka pire
taiñ pu chuchu taiñ üy, taiñ laku müleweki tañi pu reñma mew
ramtumetuiñ chem üy am ta niefuiñ.
Poema del libro Trekan Antü.
NOMBRE
Cuando nos cambiaron los nombres,
teníamos nombres de aves, de animales y de piedras,
nombres de árboles y de flores
el territorio donde nacimos,
teníamos nombres de agua, de barro y de nieve,
los mismos nombres de los abuelos
se quedaron heredados en sus hijos y en sus nietos.
Vamos a preguntar
por el nombre que nos pertenece.